La protagonista de Los abrazos oscuros es Virgina, una profesional autónoma, bien situada y desenvuelta, en los primeros años de la cuarentena, abnegada madre de dos encantadoras niñas y esposa de un exitoso emprendedor. Parecerían todas las condiciones precisas para tener una vida complacida y satisfecha, ajena a aventuras y riesgos. Pero, claro, de tan plácido panorama, poca literatura interesante puede sacarse. Así que, ¡Acción!
La irrupción de un irresistible macho alfa –“¿era su atractivo lo que le hacía poderoso o su evidente poder el que le hacía atractivo?”- desencadena una trama endiablada -aunque quizás forzando alguna circunstancia más allá de lo creíble- en la que destaca la descripción de los procesos psicológicos de la protagonista, las secuencias intuición/reflexión/duda/movimiento que en su inmensa mayoría parecen llevar –como a casi todos, como casi siempre- a tomar la decisión incorrecta.
Este atractivo conflicto entre el remanso familiar o vivir hasta desbordarse está además atravesado por una sombra, la de la infancia y la adolescencia, que acaba por exigir tributo. “Aquella Virginia egoísta, (…) que se sabía guapa, lista y talentosa, y convencida de que el futuro le deparaba un destino grande. Esa Virginia había ido diluyéndose en los viajes, en charcos de dolor y miseria propia y ajena, de desengaños, de soledad”. Los abrazos oscuros incorporan por tanto esa angustia que jamás nos abandona, esa imposibilidad de apearse del movimiento continuo.
Detrás de Los abrazos oscuros está Julia Montejo (Pamplona, 1972), cuya anterior novela, Lo que tengo que contarte, recreaba la aventura verídica de una tripulación de balleneros vascos asesinados en Islandia en 1615 y guionista asimismo de algunos capítulos de series de televisión como Siete Vidas, Gavilanes o Lucky Fred.
Editorial Lumen, 313 páginas
21,90€. Ebook: 9,99€
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