El tsunami del 2004 escribió un guión perfecto y J.A Bayona ha hecho la película. Lo imposible es la anatomía de un instante que cambió la vida de decenas de miles de personas que durante las navidades de ese año se hallaban en las costas del sudeste asiático; y más concretamente el relato – físico y emocional – de cómo lo vivió una familia española que estaba de vacaciones en Tailandia. Al inicio de la cinta, el personaje interpretado por una soberbia Naomi Watts (Bayona ya tiene su musa internacional, como Amenábar tuvo a Kidman) está leyendo a Joseph Conrad, no se aprecia que obra es, pero si fuera ‘El corazón de las tinieblas’ sería un presagio de esa bajada a los infiernos que le espera y en la que arrastra al espectador, incapaz de no sentirse conmovido por la manera que ella y su hijo mayor se agarran a la vida. Los veinte primeros minutos de metraje son sublimes, por Watts, por el buen trabajo del chaval Tom Holland (Lucas), por los efectos especiales de Félix Bergés y por la manera de rodar del director de ‘El orfanato’, cuidando la planificación general, espectacular, pero también los detalles, que los lleva a un límite orgánico difícilmente soportable. Luego la peli se ‘normaliza’: el proceso de maduración, a la fuerza, de Lucas, la búsqueda desesperada de los seres queridos, la solidaridad, las reflexiones – a veces algo cursis – sobre lo que de verdad importa en éste mundo tan relativo… todo bien, correcto, pero nada fuera de lo común hasta los diez últimos minutos, dónde Bayona vuelve a convulsionar al público con un par de escenas antológicas que conviene no describir para no destripar el desenlace. No sé si es la mejor película de catástrofes de los últimos años – tal y como se la está definiendo – pero está claro que es un drama de altura que además va arrasar en la taquilla.
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