La verdad es como una master class de interpretación. Un buen guión, una dirección pausada y austera, aunque siempre elegante de Koreeda, que cede el protagonismo a sus intérpretes, y Catherine Deneuve y Juliette Binoche al frente del reparto. ¿Qué puede fallar? El film es una delicia. El director nipón traslada por primera vez a occidente su curiosidad por la intimidad, por los ambientes domésticos y familiares, por las emociones captadas en plano corto, donde el aliento deviene diálogo y el silencio es siempre una línea de guión; y el viaje cultural no altera su buen gusto y su sensibilidad a la hora de diseñar personajes auténticos, aquejados de realidad y rutina, pero únicos cada uno a su manera. Qué maravilla el pequeño gran cine de este realizador, que aquí se sumerge además en un precioso y preciso ejercicio de metacine, que convierte la película casi en una crónica biográfica de la diva francesa. En un docudrama ficticio pero real como la vida misma, donde Deneuve se luce entre confesiones y guiños que bien pueden ser suyos o del personaje, si acaso hay alguna diferencia. Y flanqueada por una Binoche inmensa y generosa a la sombra de la leyenda. Una relación hermosa y tempestuosa que culmina en un abrazo que eriza todas las emociones y justifica el film por sí solo. Aunque hay más, mucho más, porque el autor de Un asunto de familia hace gala de su habitual e incisiva combinación de delicadeza y mordacidad a la hora de retratar personajes, y nos regala una mínima pero notable aportación de Ethan Hawke, que renuncia a su estelar presencia para brillar en segundo plano, y personajes pequeños pero entrañables como el del furtivo marido, la nieta pizpireta e incluso la centenaria tortuga Pierre.
La verdad
Dirección: Hirokazu Koreeda. Intérpretes: Catherine Deneuve, Juliette Binoche, Ethan Hawke.
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