Prefiero los thrillers psiquiátricos al terror paranormal, y de ambos géneros hay en este film, que empieza mucho mejor de lo que acaba. Es el mal del “no se vayan todavía, aún hay más”. Los guionistas y cineastas se ven obligados a darle más y más vueltas a la tuerca, y al final se pasa de rosca y ya no hay quien le dé a la historia una explicación coherente o creíble o lógica dentro de los parámetros de la fantasía. Y claro, se deshincha el globo, porque en la ficción, por inverosímil que sea el argumento, hay que conseguir que sea creíble, y para ello el espectador debe aceptar las reglas del juego. Por delirantes o enrevesados que sean. Y si no se consigue, nada funciona. Todo es forzado, artificial, fallido. Un ejemplo: “Matrix” te lo crees; “La sombra de los otros”, no.
El inicio del film es notable. Intrigante, puesto que la psiquiatra (correcta Julianne Moore) se enfrenta a un esquizofrénico con múltiples personalidades, que coinciden con gente fallecida en extrañas y violentas circunstancias (perturbador Jonathan Rhys Meyers). Vamos bien, la cosa promete, y te engancha en su enfermizo laberinto mental, hasta que nos adentramos en el mundo paranormal y religioso, y ya vale todo. Los límites de la realidad se diluyen y nuestro interés también. Ya no es patología sino santería, magia, fanatismo, y la espiral de acontecimientos criminales del desenlace son pura rutina, previsible y convencional.
Por cierto, si se titula «Refugio», lo cual tiene bastante sentido, ¿por qué narices lo rebautizan «La sombra de los otros»?
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