La playa de los ahogados es un thriller con maneras de drama; cine negro a ritmo lento, pausado, más acorde con el vaivén de las olas que acechan a todos sus protagonistas, que a la acción frenética que suele caracterizar el género que pretende habitar, y que de algún modo usurpa argumentalmente para acabar poniendo el acento en el retrato de los personajes y la intensidad de la crónica social, en vez de preocuparse por la intriga y la sempiterna investigación policial. Y es por ello, por su cadencia y su indefinición, por lo que este film tiene personalidad y propone un singular ejercicio de estilo, que evoluciona a contracorriente, manteniendo el interés de un espectador tan despistado como los propios policías, que trabajan más a merced del azar que impelidos por la habitual intuición de los sabuesos, que en este caso no parecen tener demasiado desarrollada. El objetivo es saber quién hizo qué y por qué, pero lo más interesante es, sin duda, escrutar la vida de esas gentes de pueblo pesquero en Costa Da Morte, la idiosincrasia del marinero del norte y los paisajes grises y tormentosos que imprimen carácter a quienes los transitan.
Funciona muy bien, en este sentido, la apática interpretación de Carmelo Gómez, y la presencia de un desubicado Antonio Garrido. Un inspector de litoral que se marea en barca, y hasta en coche, y un policía de homicidios que no puede ni pisar la morgue sin escalofríos. Dos hombres fuera de sitio con quienes podrá identificarse el espectador para acompañarles en un itinerario criminal donde el escenario tiene casi más peso dramático, y desde luego es más inquietante, que los propios personajes protagonistas. La mejor película hasta la fecha de Gerardo Herrero, cuya carrera como productor es mucho más sólida que como realizador.
Javier Matesanz
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