Se estrenó hace unos meses en versión doblada, pero es muy recomendable verla en la original. Ken Loach se mantiene fiel a sí mismo. A su universo crítico y de denuncia. Siempre del lado proletario, del desfavorecido. Pero los años pasan y parece cansado. No de reivindicar y denunciar, sino algo más tierno. En este nuevo film casi roza la moraleja y la sensiblería. Lo nunca visto en su cine. Pero no por ello su retrato de la clase obrera, y el difícil escenario de su día a día, es menos certero y cáustico. Lo que ocurre es que aligera sus cargas de profundidad. Alterna géneros en la exposición de los conflictos, pasando de la crónica social a la aventura delictiva y el melodrama familiar. Y concede un happy end poco frecuente en su obra. En pocas palabras, no rehusa el entretenimiento, aun sin renunciar a la lucha. Y funciona solo a medias.
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