Resulta algo confusa la autoría de esta película, que narra la historia biográfica del padre del autor de la novela y del guión, Juan Eslava Galán, y a la vez la firma un tal “anónimo”, que no lo es tanto, pues todo el mundo sabe que es el británico Michael Radford (El cartero y Pablo Neruda). También director no acreditado. ¿Qué pasó? Mal rollito, supongo. O que la cosa no salía demasiado bien y, viendo peligrar su prestigio, escurrió el bulto. Vayan ustedes a saber, pero el resultado final no es como para avergonzarse, aunque tampoco para enorgullecerse en exceso. La película es tibia. Blandita. A ratos aburrida y a ratos tierna y simpática. Mario Casas no está nada mal, pese a un acento impostado de tan andaluz que quiere ser; pero el guión languidece y la película se tambalea debido a unos cimientos endebles, demasiado nostálgicos, apenas dramáticos y poco más que anecdóticos.
Javier Matesanz
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