Muy vista. Esa es la primera sensación que provoca La montaña entre nosotros ya desde el inicio, cuando leemos su argumento, cuando llevamos diez minutos de metraje y, lo que es peor, cuando se acaba la proyección y, para lo que nos han contado, constatamos que han sobrado minutos a montones. Lo menos 30, y eso es mucho. Sobre todo para contar una versión miniaturizada, resumida en dos personas y un perro, de ¡Viven!, que como no contaba con el peso de la verdad para dar empaque al producto, acaba por ceder a la sempiterna historia de amor y supervivencia en circunstancias extremas. O sea, nada nuevo. Muy poco que ofrecer, apenas los impresionantes paisajes, que dan para un National Geographic entero, dos correctos actores con ganas de acabar, cubrir el expediente y cobrar, pero aun así convincentes en su rutinario trabajo, y un simpático chucho que acabó monopolizando mi atención y mi preocupación, pues era el que me caía mejor, y me veía venir que se lo acabarían merendando si no conseguían salir rápido de la montaña. Pero paradojas de la vida y el cine, al final salen demasiado rápido y, sí, el perrito salva el pellejo, pero para nuestra desesperación empieza otra película. No basta con la odisea de sobrevivir, no. Luego tenemos que asistir a los reencuentros con la vida anterior, a la inadaptación y, sobre todo, a la nostalgia sentimental. Y es que el amor les hizo fuertes en las cumbres y ahora se añoran mucho. Hasta duermen en el suelo. Una en Nueva York. El otro en Londres. Como si hubieran estado seis meses perdidos en la nieve, en vez de tres semanas. Me pregunto qué interés le debieron ver dos intérpretes tan solicitados como Idris Elba y Kate Winslet para aceptar el reto (intento no pensar solo en el cheque), y sobretodo el director palestino Hany Abu-Assad, que había hecho en su país cosas tan interesantes y comprometidas como Paradise now.
La montaña entre nosotros
Director: Hany Abu-Assad Intérpretes: Idris Elba, Kate Winslet, Dermot Mulroney, Beau Bridges.
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