Una historia real de sanguinarios bandoleros mallorquines del siglo XIX que combina aventuras, crímenes y pasión. ¿Cómo es posible que nadie antes la haya explicado? Es fascinante. El primero fue Sebastià Alzamora sobre papel literario, y ahora la remoza Rafel Gallego sobre un lienzo teatral, paso previo para otorgarle las tres dimensiones de la realidad sobre los escenarios, que es donde el teatro se convierte en teatro. Y en este caso, aunque puede sonar a reproche, porque tal vez lo sea, un teatro bastante literario. Algo que no parece accidental, sino intencionado, pues el autor ha mantenido incluso la estructura de la novela, con una sucesión de capítulos que la actriz va enumerando micro en mano uno tras otro. Y así fluye la narración, intensa, dura, estremecedora a ratos, ya que sin ánimo de hacer spoilers diremos que en algunos episodios se le congela a uno el aliento debido a su crudeza. Y es que en manos de Agnès Llobet todo crece. El relato fluye con ella en función de narradora, pero desplegándose también en pieles ajenas, en diálogos sin réplica, en acciones y reacciones sorprendentemente colectivas, que en primera y única persona construyen todo un universo perverso, doloroso, cruel, habitado por multitud de personajes concentrados en esta pequeña gran actriz, a la que la letra de Gallego y las formas dictadas por Martret han hecho crecer aún más, agrandando sus ya incontables méritos. Y eso que esperábamos algo más de protagonismo escénico en la dirección de Martret, que parece haber optado por centrarse en el texto y moldearlo en torno a la protagonista, prescindiendo – tal vez demasiado – del contexto escenográfico, que bien podría haberse reducido a la caja negra sin que apenas se resintiera el conjunto. Pero funciona. Eso es innegable. El relato golpea y Llobet emociona.
La malcontenta
Autor: Sebastià Alzamora. Producción: Ajuntament de Santanyí y El Somni Produccions. Dramaturgia: Rafel Gallego. Dirección: José Martret. Intérprete: Agnès Llobet.
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