Desde aquella lejana y maravillosa Las cosas que nunca te dije, Isabel Coixet ha demostrado con creces su valía como directora. Con obras tan devastadoras como La vida secreta de las palabras o Mi vida sin mí, la realizadora catalana ha vuelto a dar en el clavo de la belleza, el amor contenido, la sensibilidad y el coraje en la temática y la puesta en escena. La librería es una lección de buen cine, de cariño a los libros y de valentía para levantarse cada mañana con un sueño y la consecuencia de querer hacerlo realidad. El texto en el que se basa el conciso guión de Coixet, la novela del mismo título de Penélope Fitzgerald, a la que se hace referencia incluso en alguna escena, ya es de por sí una preciosa obra que huele a papel, a historias, a clientes que trastean entre las estanterías, cada uno con sus deseos, fobias y manías. Así que la película no podía ofrecer menos que todo eso. Y lo consigue con creces, haciéndose eco de su origen y de sus emociones. Todo el metraje huele a papel, a miradas y deseos, convenciones establecidas, poder de baja y alta estopa, y una lucha casi invisible en la que no hay bajas hasta que las hay.
Pero para conseguir semejante expresión de talento, era más que obligado rodearse de unos actores cuya pasión por los personajes, la narrativa y el papel impreso, fuera la misma. Y Emily Mortimer, Billy Nighy y Patricia Clarkson son perfectamente capaces de convertir sus interpretaciones en mucho más que una lectura de guión. La contención de emociones es un arte y hacerlo en una interpretación es un arte imposible. Y ellos consiguen que el espectador entienda todo el discurso que no dicen con palabras. Las pocas secuencias en las que los tres actores se ven las caras son absolutamente magníficas por todo lo que son capaces de recitar entre líneas, para luego rematarlas en el resto del metraje, cuando los personajes solo están presentes en los acontecimientos ajenos a la acción principal. Ni que decir tiene que el resto de actores también son todo un acierto, sobre todo la presencia de la jovencísima Honor Kneafsey como Christine, a la que ya habíamos podido ver en la absolutamente magistral serie Sherlock, que es capaz de sostener el peso de las secuencias junto a Mortimer y reconvertirse en lo que requiere el personaje.
La librería es una de esas películas que, un tiempo después de su visionado, merece una revisión para descubrir mucho más. Porque cada vez hay mucho más.
Els vostres comentaris