Hay películas que de tan pequeñas son enormes. No hay historia mayor que la vida. Cualquiera de ellas. La de cualquiera de nosotros. Y a su vez, son todas íntimas. Particulares y, eso sí, singulares. Únicas. Así que no es un tema de tamaño, sino de autenticidad. Y cuando todos podemos sentirla, y compartirla, y pensar que bien podríamos ser nosotros, nuestra familia, nuestros amigos, los protagonistas del relato, pues éste ya es enorme, tal vez infinito, pues no hay nada mayor, ni más intenso y conmovedor, que la verdad cotidiana de cualquier existencia. Y “La casa” es eso. Nada más y nada menos. Mínima, pero grandiosa. Un mero fragmento de vidas, cuyo argumento es poco más que “presenciar”. Tres núcleos familiares de una misma familia reunidos en la casa de vacaciones de los difuntos abuelos con la intención de pactar su venta. Hete aquí el conflicto. Y la cámara, discreta y testimonial, hiperrealista, pero no exenta de intenciones emocionales, se encarga de ofrecernos la mejor perspectiva, la del respetuoso voyeur que es el espectador adepto al cine costumbrista. Y así todo fluye y descubrimos lo que ya sabíamos; que no hacen falta chistes para reír, que las emociones son consubstanciales a las personas, que se puede discutir sin odiar y amar de mal humor, y que lo importante no se tiene, se siente.
Pero claro, para que todo esto funcione y nos permita admirarlo y disfrutarlo, para que nos entretenga y nos emocione, hay que saber hacerlo, saber contarlo, que no es sencillo aunque lo parezca. Hacen falta intérpretes capaces de ser, no de hacer, y la sabiduría tras la cámara (previo paso por las viñetas originales) de quien entiende que lo mejor de una buena historia es compartirla.
Dirección: Alex Montoya
Guion: Alex Montoya y Joana M. Ortueta (adaptación del cómic de Paco Roca)
Intérpretes: David Verdaguer, Oscar de la Fuente, Luis Callejo, Olivia Molina.
Javier Matesanz
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