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Jason Bourne: las mismas notas, melodías distintas

Jason Bourne: las mismas notas, melodías distintas

Una sala llena de gente que mira pantallas y hablan con terminología de espías, como mínimo dos persecuciones por película con algún vehículo no pensado para persecuciones, una estación de tren o metro, un hombre o mujer que da órdenes de cazar al objetivo caiga quien caiga, y que, a su vez, recibe órdenes de otro hombre o mujer de más alto rango, y la cámara al hombro para filmar. A grandes rasgos, esta es la saga cinematográfica de Jason Bourne, adaptación de las novelas escritas por Robert Ludlum. Pero ¿cómo se construyen cinco películas notables sobre exactamente los mismos elementos? Es cuestión de mezclar bien los sonidos y los tempos. Todos los músicos cuentan con el mismo número de notas y ritmos, pero no todas las composiciones son idénticas.

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Jason Bourne nacía en la gran pantalla el año 2002, flotando en aguas del Mediterráneo, de donde era rescatado. No sabía quién era ni qué hacía allí. El caso Bourne presentaba un personaje más que interesante en una producción que, si bien estaba apoyada sobre la dirección de Doug Liman, un realizador no precisamente consolidado, contaba una historia que era capaz de mantener al espectador sentado en la butaca con los ojos como platos. Además, Matt Damon se hacía con el papel más longevo de su carrera, abofeteando sin remordimientos a todos aquellos que se hacían llamar actores de películas de acción. Damon tenía un Oscar al mejor guion por Good Will Hunting, había sido nominado varias veces por sus interpretaciones y su sola presencia en la pantalla ya era garantía de un buen producto. Y así fue. El resultado era un magnífico thriller de acción que no inventaba nada, pero que se inspiraba en clásicos de McQueen como Bullit o La huida, y permitía que Bourne se hiciera un hueco (enorme) en taquilla. Se iniciaba una saga a la que Hollywood todavía hoy le saca partido.

El mito de Bourne se estrenó dos años después. Esta vez, para asegurarse el aplauso de la crítica, la dirección corrió a cargo de Paul Greengrass, que le había dado la vuelta a las neuronas de muchos con Bloody Sunday. Se mezcló acción, emoción y drama a partes iguales, y Joan Allen, Brian Cox, Julia Styles y Chris Cooper se sumaban a la lista de actores que daban mayor empaque a la ya de por sí interesante producción. La cámara al hombro de Greengrass no filmaba la acción, era la acción, y se convertía en el mejor aliado de una película con aire de cine clásico, radicalizando cada persecución y cada puñetazo con la crudeza que merecía. Damon dibujaba un Bourne más duro, más violento y más emocional, e indagaba en un pasado que no parecía tener principio.

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Tres años después se estrenó la que tenía que ser la última película de la saga: El ultimátum de Bourne (2007). En ella, la historia llegaba (casi) a su fin. Lo que había empezado como un thriller notable se había convertido en una trilogía más que rentable. En ella, si bien la vuelta de tuerca argumental parecía no dar más de sí, el binomio actor/director volvían a demostrar que con los mismos instrumentos, las mismas notas y el mismo ritmo se pueden crear melodías iguales, pero distintas, con variaciones que las convierten en obras que se distancian de sus antecesoras. Tratar al espectador como un ser pensante y (algo de) consciencia siempre da buen resultado. No se trataba de hacer una película realista, sino en hacer realista lo que parecía imposible. Así que la fórmula volvió a funcionar, incluso mejorando sus dos antecesoras, y cerró el ciclo.

 

The narrative architect behind the "Bourne" film series, Tony Gilroy, takes the helm in the next chapter of the hugely popular espionage franchise that has earned almost $1 billion at the global box office: "The Bourne Legacy".  The writer/director expands the "Bourne" universe created by Robert Ludlum with an original story that introduces us to a new hero (JEREMY RENNER) whose life-or-death stakes have been triggered by the events of the first three films.

O no, porque la ambición y las ganas de continuar exprimiendo una fórmula llevaron a Hollywood a filmar El legado de Bourne. Un spin off que repetía todas las fórmulas de la saga. Tony Gilroy (que se había presentado con un Michael Clayton más que decente) fue el encargado de la dirección. Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton, Albert Finney y Oscar Isaac, entre otros, se aseguraban la atención de la crítica. El producto no tenía la solidez argumental de sus predecesoras, pero no dejaba de ser una copia con más o menos estilo de las mismas notas y el mismo ritmo.

 

Pero la productora quería seguir sí o sí sacándole jugo a algo que ya no tenía, así que convencieron a la pareja Damon/Greengrass para que buscaran más escalones a la historia. Y Jason Bourne es el último. Porque no se le pueden dar más vueltas al argumento y porque el personaje está cansado. Lo que antes era un thriller de acción, ahora es acción sin apenas thriller. Y eso que la cámara de Greengrass es perfecta, Matt Damon hace lo que ha hecho hasta ahora, y los secundarios son enormes (con Tommy Lee Jones es más que suficiente). Pero ya está, la historia del no sé quién soy y me buscan para matarme ya no da para más. Es cierto que no es una mala película, pero no está a la altura de sus antecesoras. Deberían plantearse dejarlo aquí, dignamente. Sería una lástima destrozar una historia que ha hecho más por el cine de acción que todas las rápidas y furiosas.

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