Los zapatos vacíos se han convertido en un icono de la crueldad humana. De la barbarie. De personas sometidas, represaliadas y exterminadas por otras personas. De modo que un escenario vacío, ocupado solo por zapatos vacíos, grandes y pequeños, de mujer, de hombre, y militares, es un claro indicio de lo que ha de suceder cuando se alce el telón. Metafórico también. Y ahí se inicia el cuento que es “Ivan i els gossos”. Uno más sobre el fin prematuro y precipitado de la inocencia, cuando la injusticia y la decadencia marcan el ritmo de la caída hacía los infiernos de cualquier pueblo, y con los niños como primeras víctimas. Siempre. Sin culpa y sin saber siquiera el porqué. Aunque por suerte, los perros no llevan zapatos.
El relato de Hattie Naylor recuerda inevitablemente, aunque el contexto sea muy diferente, al Mowgli de Salgari en su Libro de la selva. Ese humano convertido en uno más de la manada (perros callejeros aquí), y descubriendo las bondades de los animales en sociedad. Honestidad, solidaridad, lealtad, protección, amor. Todo lo que los humanos acostumbran a vulnerar con regularidad aquí y allá, por todo el planeta y sin distinción de raza ni cultura. Con el único denominador común de humanos contra humanos. E Ivan protagoniza y nos cuenta, en primera persona retrospectiva, desde la memoria de sus cuatro años, una de tantas y tan crudas historias. Esta vez en la Rusia de Yeltsin, tras el colapso del sistema soviético. Una historia, como siempre, cruda y dolorosa. Muy bien contada por Pau Rossell que, en un ejercicio atlético de narración sin cuarta pared, nos llega a emocionar con momentos realmente intensos. Tremendo, barrer zapatitos de bebé, o aullar a sus cuatro años para que le socorran los perros de la calle ante la amenaza del hombre malo. Lo que ocurre es que el conjunto, teatralmente, resulta algo mecanizado. Coreografiado en la dinámica narrativa. Texto y luz, palabra y foco. Casi como una lectura donde se escucha más que se ve, donde se dice más que se hace. Y aunque bien interpretada, me pareció poco representada. Pero aun así, interesante y sobrecogedora.
Compañía: La ruta 40
Autora: Hattie Naylor
Dirección: Xavier Boada.
Intérprete: Pau Rosell.
Teatro: Teatre del Mar.
Javier Matesanz
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