It

Stand by me, Cadena perpetua, El resplandor, Misery, Los chicos del maíz, La niebla, La zona muerta, Ojos de fuego… Todas estas películas tienen algo en común. Todas están basadas en historias de Stephen King. Todas ellas podrían considerarse grandes o buenas adaptaciones de la tensión, el misterio, la fantasía y, sobre todo, el miedo, que las novelas de este prolífico escritor es capaz de meter en el cuerpo del lector. Evidentemente, no todas las adaptaciones de sus novelas tienen la calidad esperada (para más datos, y por poner un ejemplo reciente, véase o no La torre oscura), por lo que la nueva adaptación de It (eso) había levantado tantísima expectación. Por todo ello y por la enorme campaña de publicidad que ha promocionado la película. La espera ha valido la pena y las expectativas han sido saciadas con nota.
El Mal como concepto es el hilo conductor de una historia de la que sólo se ha rodado el primer capítulo (el segundo ya está en proceso) y en la que, desde el minuto uno, uno ya sabe que las dos horas de metraje no van a ser de las de eso a mí no me afecta. Un grupo de chicos a camino entre la niñez y la adolescencia, los perdedores, la diana de todos los matones del colegio, los que se encuentran porque su nexo en común es la soledad, se encuentran con Eso, con sus miedos (un payaso, una mujer deformada, un leproso, un padre abusador, un hermano desaparecido, un incendio) y deciden unir sus fuerzas para derrotarlo. Pennywise, el payaso bailarín, es la representación de ese terror profundo. Y, aparentemente, la película no ofrece mucho más. Pero It amplía en casi todo la película de sustos al uso. It va de crecer, de luchar, de encajar, de caer y volver a levantarse, de una sociedad, la de finales de los ochenta, a medio desmoronar y a punto de explotar, pero en la que, en palabras de uno de sus protagonistas, «nadie hace nada por cambiar». Y sí, también es una película de miedo, de tensión y de angustia, que tal vez funcionaría mejor si el guión de Cary Fukunaga (autor de la primera temporada de True Detective y la primera opción para dirigirla) y Chase Palmer hubiera intentado dibujar con más intensidad las relaciones entre sus personajes y no sólo sus miedos y sus encuentros con el clown terrorífico. Aún así, aunque sólo sea por los aspectos fílmicos como tales, It sumerge al espectador en cada una de las secuencias, decoradas con una explosión de los últimos años ochenta (la cantidad de detalles -pósters, música, productos- harán sonreír a más de uno), que devuelve a toda una generación a una época en la que los amigos quedaban y se iban a buscar a casa sin necesidad de fijar una hora, donde las bicicletas eran el vehículo más preciado del mundo y los secretos eran secretos hasta las últimas consecuencias. Unas consecuencias que Andy Muschietti, un director que ya nos asustó considerablemente con Mamá, sabe aprovechar en los encuentros con ese Mal al que derrotar, pero al que hasta ahora nadie ha podido ni siguiera atizar un puñetazo. La tensión generada sin caer en los sustos tras la puerta, pero sin abandonarlos, consigue petrificar al espectador en la butaca, con la desesperante necesidad de apartar la mirada pero sin poder hacerlo. Le sirve de ayuda, además, un elenco de actores jóvenes de los de no quererse perder casi nada de lo que puedan volver protagonizar (entre ello, la segunda temporada de Stranger things).

It es Stephen King con prácticamente todas las letras. Podría haberlas tenido todas, pero son más que suficientes para aplaudir.