En 1987, Stephen Sondheim estrenó In to the woods, un nuevo musical con personajes de cuentos de los hermanos Grimm como Rapunzel, Cenicienta o Caperucita Roja, y con una luminosa pareja de creación propia, manufactura de la casa, el panadero infértil y su esposa, cuya denodada búsqueda por un bosque, que es un personaje más, se convierte en la trama principal en la que se entroncan el resto de líneas argumentales. Disney, de la mano del Rob Marshall de Chicago y Nine (quién mejor que él), ofrece ahora la adaptación cinematográfica del espectáculo teatral y salda el reto con un notable alto.
Estamos ante un film definitivamente encantador, que recuerda a las mejores propuestas de Pixar, en el sentido de que ofrece muchas y variadas lecturas y que dota de contenido al tan manido titular de “para todos los públicos”. Porque si bien tanto la narración como el diseño de los personajes o la maravillosa ambientación son perfectamente reconocibles e identificables por los más pequeños, el film destila una ironía y una acidez, una soterrada sensualidad, que no dejará indiferente a los padres.
Hay aquí malicia, pero una malicia entrañable, que convoca la sonrisa y la complicidad de los adultos, que asisten regocijados a la sutil perversión de sus mitos infantiles (ay, esa caperucita glotona, ese lobo libidinoso (Jonnhy Deep, como no podía ser de otra manera), esa panadera casquivana (im-pre-sio-nan-te Emily Blunt), esos príncipes algo toscos y, por supuesto, la bruja, una Meryl Streep que se supera a sí misma (cosa harto difícil) y compone a la más desgarradora y conmovedora de todas la brujas.
Marshall, cuyo plato fuerte siempre fueron los números coreográficos, se difumina aquí detrás de la cámara y deja que fluyan libremente la magia del texto y de la partitura y un elenco en permanente estado de gracia. Así, en un film en el que apenas se baila, el director se entretiene tejiendo hábilmente la tela de araña que une todas las historias y nos va conduciendo, un toque de discreta subversión por aquí (me criaron para ser encantador, no sincero, le dice el príncipe a Cenicienta), una pizca de mala baba por allá, hacia un sorprendente segundo final que se convierte en el broche perfecto de este inteligente entretenimiento.
Els vostres comentaris