A menudo las cosas no son lo que parecen. Un manoseado tópico para empezar, lo sé. Pero vayan con cuidado con esta película, porque a lo mejor no existe. Ojalá, dirá más de uno (yo, por ejemplo), después de verla. Pero exista o no habrá que comentarla. Al menos lo que parece ser. Y sí, no tiene mucho sentido lo que estoy diciendo, pero no me pidan eso escribiendo de Hypnotic, que no lo tiene en absoluto. De verdad que mi predisposición no era mala. La mente humana es un terreno ilimitado para desplegar la ficción, y en él se han desarrollado historias, películas formidables. Robert Rodríguez lo sabe. De hecho, juega a ser Christopher Nolan. Pero no sabe jugar como él, y se dedica a saquear sin pudor sus películas. Desde Origen, con esos trenes que se pliegan sobre sí mismos y envuelven a los protagonistas, hasta los detonantes (esto es un poquito spoiler, lo siento), que no son sino una versión adaptada de los tatuajes de Memento, pasando por la manipulación de la percepción espacio-tiempo que proponen Interstellar o Tenet, pero que aquí acaban por sonrojar al personal en su burdo desenlace en vez de fascinar y general debate en su interpretación. Y es que la idea, el argumento del guion del propio Rodríguez no es complejo, es enrevesado. Y en vez de deshacer la madeja con habilidad y potenciando la intriga, nos la va desvelando a golpe de sorpresa de chistera. Sin justificación. Porque sí. Porque ya toca. Ahora lo descubro, ahora me lo huelo, ahora lo entiendo todo, ahora al fin sé quién soy… Y nos brindan un par de flash backs de lo que no se veía para que entendamos, aunque lo que no entendemos es como lo ha entendido él, Ben Affleck, cuya sempiterna cara de desconcierto por una vez le encaja al personaje. Y a nosotros, que no salimos del asombro. Ni del hastío. Voy a olvidarla. Un, dos, tres… ya.
Dirección: Robert Rodríguez.
Guion: Robert Rodríguez y Max Borenstein.
Intérpretes: Ben Affleck, Alice Braga, William Fichtner.
Javier Matesanz
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