Más allá del simpático punto de partida, la película no depara sorpresa alguna, y aunque entretenida y dinámica, lo cierto es que cómicamente resulta inane.
El Conde Drácula construye un gran hotel al que jamás puedan acceder los humanos, auténticos monstruos para los monstruos. En él pasan sus vacaciones todas las criaturas de los cuentos y el cine de terror. Tranquilas y relajadas. Y el anfitrión tiene así a su linda hijita vampiresa a buen recaudo. Pero inesperadamente llega un estridente adolescente con mochila y pinta de pastillero bonachón, y lo trastoca todo. El excursionista es un metomentodo y, claro está, se enamora de la vampirita. En el hotel cundirá el pánico. Pero tranquilos, que aunque es Sony podría ser Disney, y al final hay perdices felices y moraleja: ni los monstruos son tan malos ni nosotros tan buenos, y además la belleza está en el interior. O sea, todo muy tibio y un buen material desaprovechado, ya que puestos a urdir una trama de imposible terror infantil podrían haber vertido algo más de sarcasmo y de cinismo para sacarle punta al relato. Tal vez así no se hubieran quedado en la epidermis de un planteamiento ingenioso, que al final no pasa de idea tontorrona que propicia tan solo un vacuo y vistoso carrusel pirotécnico.
Els vostres comentaris