Hexe no es una ópera prima, pero tiene todas las aspiraciones y defectos de los que éstas suelen adolecer. Querer decir mucho, demasiado, y usando todos los recursos a su alcance, aunque no sean necesarios ni los más adecuados, de manera que acaban por saturar el conjunto y atascar los verdaderos canales de trasmisión del mensaje, a menudo neutralizado por las formas. Concha Vidal echa mano de todo, del rap al cante hondo, la danza, la performance y la video creación, así como el texto y el lenguaje corporal. Una apuesta por la mixtura que deriva en caos impreciso y hace que el espectáculo de bandazos, de escena a escena, sin que estas lleguen a coagular nunca en forma de propuesta compacta. Y así, su interés se dispersa hasta desvanecerse. Todo se queda en imágenes aisladas que, de hecho, funcionan mejor como imágenes, que como parte de un todo que no funciona.
Javier Matesanz
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