Ya lo dijo Hitchcock: “Una película vale lo que vale su villano”. Y no le faltaba razón, aunque probablemente no estaba pensando en Gru. Pero si aceptamos el axioma como bueno también para el reverso cómico de la maldad, la verdad es que este malo, calvorota y narigudo con gran corazón, mola bastante. Contextualizándolo y salvando distancias, desde luego. Con predisposición y cediéndole a la guasa el protagonismo que requiere, y que es casi todo. Y es que a la serie, o franquicia, le queda poco por decir. Ya hemos conocido al hermano con pelo, a Gru de niño, al Gru malo y al bueno, al soltero y al casado, y hoy al padre de familia numerosa. Hasta sus Minions tienen ya vida fílmica propia. ¿Así que qué más podemos esperar? Pues diversión sin complejos. Espectáculo visual para grandes y pequeños, un ritmazo amparado en el más difícil todavía, que la animación permite llevar al límite y sobrepasarlo, y una colección de guiños cinéfilos inagotable. De hecho, la caza de referencias bien puede ser uno de los entretenimientos principales de la propuesta, mientras a nuestro lado los mini yos que nos acompañan (o acompañamos) se lo pasan en grande en su franja de comicidad. Y así, mientras reconocemos la secuencia del tren descontrolado y se la atribuimos a Spiderman en vez de al minion elástico, por cierto miembro de la nueva versión amarilla de los Cuatro fantásticos, los peques no dejan de reír con la capacidad autodestructiva de las hiperactivas pildorillas, las consecuencias de convertirlos en “superminions” o el desternillante robo del emblemático tejón de la escuela de villanos. En fin, nada que tomarse muy enserio y mucho que disfrutar en modo verano familiar. Y les puedo asegurar que no es tan frecuente.
Dirección: Patrick Delage, Chris Renaud
Voces españolas: Florentino Fernández y Patricia Conde.
Javier Matesanz
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