El cine irlandés, y el teatro a menudo, pues tal es la procedencia del teatro de la crueldad, tienen una particular y estimulante relación con el dolor y la soledad. Una narrativa pausada de inusitada intensidad violenta, pero pocas veces estrepitosa, que resulta especialmente contundente por su carácter costumbrista, casi tradicional, que evitando la espectacularidad la convierte en el rotundo reflejo de una cotidianeidad sobrecogedora, aterradora. A juego además con los paisajes que suelen albergar sus historias, y que son de una belleza extenuante. Siempre desapacibles, borrascosos, opresivos. Y por ello las historias irlandesas, cuando no pretenden globalizarse, sino reivindicar su denominación de origen, tienen una personalidad especial que las hacen únicas. Desde aquel “The quiet man”, pasando por “Juego de lágrimas”, “En el nombre del padre”, “Calvary” o la reciente obra maestra de Martin McDonagh, “Almas en pena de Inisherin”, entre otras muchas, y a las que ahora se suma este inesperado y crepuscular drama criminal que es “En tierra de santos y pecadores”.
Un thriller que ha sorprendido a quienes acudíamos en piloto automático, pues esperábamos otro de esos adrenalíticos productos rebosantes de testosterona a los que Liam Neeson nos tiene acostumbrados en los últimos tiempos. Vengativo, explosivo e implacable. Envuelto en alguna trama lineal y no demasiado exigente, que le permitia lucir sus violentas habilidades sin tener que detenerse a explicar demasiado el argumento. Y más si tenemos en cuenta que hace solo tres años rodó “El protector” a las órdenes del mismo Robert Lorenz. Una olvidable colección de mamporros a granel. Pero esta vez no. Neeson ha envejecido. No es lo que era. Ni él ni su personaje. Y el conflicto, si bien le llevará a involucrarse y erigirse en salvador de todo un pueblo como en tantas otras malas películas, en esta ocasión tiene un trasfondo político más elaborado: el terrorismo del IRA en los 70. Y los personajes están desarrollados, responden a estímulos más ideológicos o emocionales que psicopáticos o peliculeros, y están muy bien interpretados. Incluso con más torpezas que heroicidades. Y funciona. Entretiene y perturba, por cuanto resulta creíble y plausible como relato dramático. Y no otro frívolo más difícil todavía al estilo de las franquicias Hollywoodienses.
Director: Robert Lorenz
Intérpretes: Liam Neeson, Kerry Condon, Ciarán Hinds, Colm Meaney …
Javier Matesanz
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