En solitario es algo así como un cuento moral en alta mar. “Ganar no lo es todo”. Así podría resumirse el mensaje, casi moraleja, de esta película minimalista de la cual hay tan poco que objetar como virtudes que destacar. Es eficaz y muy correcta. Parca en contenidos, pero equilibrada en su apuesta emocional, que se transmite con pocas palabras, ahorrándonos así las habituales cargas de empalagoso sentimentalismo dialéctico que suelen trufar las historias de amistad y solidaridad. Incluso en situaciones extremas como la expuesta en este film, que aprovecha muy bien las limitaciones espaciales de abordo convirtiéndolas en un asfixiante recurso narrativo. Pero con mucho menos metraje se podría haber contado lo mismo. La cinta está bien rodada y nunca aburre, de modo que tampoco eso puede señalarse como deficiencia en el cómputo total. Lo que ocurre es que, aun con todo, el desenlace se ve venir. No hay sorpresa y de haberla habido no hubiera sido creíble. De manera que la sensación es que nos han alargado un agradable pero previsible relato que no daba para tanto – de hecho las tramas en tierra son puro y prescindible relleno-. Y si la película aguanta es fundamentalmente por el saber estar y el carisma de François Cluzet, siempre convincente en ese territorio limítrofe entre lo huraño y lo entrañable, que le han convertido en uno de los actores franceses de referencia: Pequeñas mentiras sin importancia, Intocable, etc.
En solitario
Director: Christophe Offenstein. Intérpretes: Christophe Offenstein François Cluzet, Samy Seghir, Guillaume Canet, Karine Bañase.
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