El detective Sean Duffy es un treintañero católico con título universitario, de ese tipo de cabezotas que no se da por satisfecho hasta que consigue encajar todas las piezas de los casos que investiga. Hasta aquí nada relevante. Pero el detective Sean Duffy es católico y miembro de la policía británica en Irlanda del Norte (RUC, el 85% de sus miembros eran protestantes a principios de los años 80); dispone de capacidad crítica y lucidez intelectual como para hacer su propia lectura de la terrorífica situación política y social del Ulster de aquellos años de plomo y tiene la temeridad suficiente para saltarse todos y cada uno de los límites que le pretenden imponer todas y cada una de las fuerzas que se enfrentan por mantener o aumentar su cuota de poder en aquella enloquecida y embrutecida olla a presión que era la ciudad de Belfast y sus seis condados vecinos, el nordeste británico de la isla de Irlanda. Y eso es lo que hace de él una excelente vianda literaria.
Sean Duffy es el personaje creado por Adrian McKinty (Belfast, 1968) para protagonizar la Trilogía de los Troubles(Problemas) en la que nos ofrece su visión viva y desmitificadora de un periodo histórico (1968-1998, más de tres mil quinientos asesinados) en el que la violencia sectaria, masiva e indiscriminada fue la manera en que las dos comunidades (británicos/protestantes frente a irlandeses/católicos) se enfrentaron por el dominio de un territorio de una extensión menor a la provincia de Cuenca. Las dos primeras entregas de la trilogía, Cold Cold Groun (2012) y Oigo sirenas en la calle (2013), están traducidas al castellano por Fernando González Fernández-Corugedo en Alianza Editorial; no así todavía la que la cierra In the morning I’ll be gone (2014). Y sí, es cierto, todos los títulos están sacados de canciones de Tom Waits.
Adrian McKinty modela a su protagonista con abundante desparpajo y sentido del humor. Exento de grandilocuencia, Sean Duffy acepta sobornos, da sablazos a las drogas incautadas en comisaria, no respeta los procedimientos de actuación, bebe por los codos y va a su aire. Pero no deja de ser un idealista entre el atajo de descerebrados, matones y crápulas que entonan himnos patrióticos y salmos religiosos mientras tratan de eliminar a cualquiera que les pueda suponer competencia o molestia, sea de los suyos o de los otros. O sea, que lo de els nostros tampoco es invento insular mediterráneo. Y Sean Duffy es un idealista porque pese a la fealdad y desamparo (“Aquella era una ciudad que se crucificaba bombardeándose a si misma. Una ciudad que envenenaba sus pozos, salaba sus campos, cavaba su propia tumba…”, pág. 76, 2012) él tomó la decisión de quedarse, al contrario de lo que hacía cualquiera con dos dedos de frente y la posibilidad de irse de aquel agujero trágico (“Que era el momento de largarse o hacer algo. Escogí lo segundo”. pág. 42, 2012. “-Quiero quedarme y tomar parte en la solución. –Dios. Deben estar echando algo en el agua o incluyendo mensajes subliminales en esos documentales sobre salud y seguridad”. pág. 218, 2013) El personaje Sean Duffy decide quedarse en Irlanda aunque el escritor Adrian Mckinky se las piró de allí enseguida que acabó la carrera de Filología Inglesa, emigrando primero a EE.UU. y después a Australia, donde reside hasta la fecha y desde donde pergeña las historias de Sean Duffy.
Y para no dejarse arrastrar por la frustración y conformismo del ambiente (“En algún cruce de la última década había perdido el interés por la lectura, en realidad, probablemente había perdido el interés por cualquier cosa… pero, aun así, aquella habitación apestaba a divorcio, fracaso y alcoholismo… la troika habitual en tantos agentes de carrera dela RUC”, pág. 95, 2013) Adrian Mckinky dota a su personaje de un carácter vital y optimista, con su discurrir cotidiano cargado de música, desde Stiff Little Fingers a Bessie Smith, curioso -morreándose por ejemplo con un chapero al que interroga en unos urinarios públicos- y lúcido: “Me fui al retrete y me leí el Sun, porque allí siempre había un ejemplar. Tengo que decir una cosa a favor de Robert Murdoch: que hacía un buen periódico para leer en la letrina” pág. 52, 2013)
Las tramas criminales funcionan a pleno rendimiento gracias en parte a las continuas vueltas de tuerca, a los giros inesperados de personajes que son lo que aparentan y también todo lo contrario, a las situaciones que detrás de la puesta en escena tienen una enjundia y complejidad tan enriquecedora como aterradoramente cínica y demencial. Y en parte también a unos diálogos que funcionan como lubrificante del engranaje de los relatos, acelerando el ritmo al hacer fluir informaciones y puntos de vista nuevos, sorprendentes, contundentes: “Puse la casete de New Order en el reproductor. Se habían vuelto de lo más disco, pero no eran tan malos como pudiera pensarse.
-¿Has oído las noticias, Matty?
-¿Qué noticias?
-Pues tienes que estar al tanto de las últimas noticias, agente. Las Malvinas han sido invadidas.
-¿Las qué?
-Argentina ha invadido las islas Malvinas.
-¡Dios! ¿Y cuándo fue eso?
-Ayer.
-Primero los alemanes y ahora los putos argentinos.
-Me parece que estás pensando en las islas del Canal, amigo.
-¿Entonces dónde están las Malvinas?
-Pues digamos que en algún sitio por el sur, creo.
-Supongo que ahora los del Totthenham Spurs estarán jodidos, ¿verdad?
-¿Y eso por qué?
-Porque la mitad de la plantilla viene de la puñetera Argentina. Así que los quitarán del equipo.
-El inspector jefe quiere que pensemos en las consecuencias geopolíticas.
-Sí, la geopolítica es una cosa, pero el fútbol es el fútbol., ¿verdad? –dijo Matty poniendo las cosas en la perspectiva correcta.” pág. 71, 2013)
Adrian McKinty
Cold Cold Ground
Alianza Editorial, 432 páginas
10,00€, ed.digital: 6,99€
Oigo sirenas en la noche
Alianza Editorial, 464 páginas
10,00€, ed.digital: 5,99€
Traducción de Fernando González Fernández-Corugedo
www.adrianmckinty.blogspot.com
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