Pocas veces, tal vez nunca, había visto un arranque tan soberbio, tan inesperado, y de tan rotunda original y turbia belleza como el de Emilia Pérez. Formidable. De una creatividad torrencial y desprejuiciada, que hace de la imperfección su mayor virtud, por cuanto nada parece premeditado, prefabricado. Y consigue así una autenticidad desvencijada, casi como si fuera improvisada (nada más lejos de la realidad), que se aleja de otros artefactos artificiosos para convertirse en un relato diferente, sobrecogedor, descarnado y desaforado, único… Inspirador.
Hay que atreverse, y creer mucho en uno mismo y su materia prima, para abordar con respeto y fundamento el tema de la transexualidad en un contexto como el del narcotráfico en México y, ya que estamos, aprovechar para reflexionar sobre cuestiones como la corrupción, la hipocresía sociopolítica y el poder del dinero sobre la justicia, sin renunciar a la reivindicación de la sensibilidad y el amor en tierra hostil. Y hacerlo además como lo hace Jacques Audiard, complicándose la vida formal y narrativamente. Apostando por una improbable ensalada de géneros, que mezcla el musical con todas sus licencias estéticas y rupturas de la lógica espaciotemporal, las pautas rítmicas del thriller, la intensidad del drama familiar y hasta la ternura del melodrama social romántico. Indescriptible, pero funciona. Y emociona.
Y sí, imposible no dedicar todos los elogios posibles a Karla Sofía Gascón, cuyo trabajo es fascinante. Capaz de perturbar y enternecer por igual (la canción con su hija en la cama es conmovedora). Pero injusto seria no reconocer a Zoe Saldana. Hipnótica en sus cambios de registro. Puro carisma. Auténtico motor del film.
Título: Emilia Pérez
Dirección y guión: Jacques Audiard
Intérpretes: Karla Sofía Gascón, Zoe Saldana, Selena Gómez.
Javier Matesanz
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