Elysium

Un  planeta devastado y una humanidad estratificada, donde los ricos viven con todas las comodidades, los pobres sobreviven trabajando como esclavos y los parias están condenados a morir jóvenes.  Aunque la acción se sitúe en el año 2159, comprobaréis que Elysium nos habla del presente. La hipérbole que nos propone Neill Blomkamp – director de la magnífica Distict 9 – simplemente substituye los barrios residenciales de cualquier parte del mundo por un a estación espacial visible desde la Tierra donde la gente con pasta vive a cuerpo de rey –  asistida por los últimos avances médicos y tecnológicos -. Los que se han quedado abajo miran hacia esa arcadia con una mezcla de rabia y envidia mientras viven arredrados por leyes estrictas y androides que las hacen cumplir a rajatabla; la rebeldía se vehicula a través de las mafias que organizan expediciones suicidas a la estación (muy evidente el paralelismo con las pateras), y digo suicida porque un sofisticado  sistema de seguridad hace infranqueable la ‘frontera’.  El planteamiento es atractivo, pero ahí acaban los méritos de la cinta. El héroe (Matt damon plano, como siempre) no tiene secreto: ha tenido una infancia dura y conflictiva, tiene mucho valor, propósito de redención y se ha reencontrado con la chica que le gusta; los villanos se dividen en dos:  Jodie Foster – casi una caricatura del mal en el papel de Ministra de Defensa de Elysium – y esa suerte de ‘rangers’ que trabajan para ella, muy macarras, sin matices. Más allá de los personajes, la trama es previsible y redundante, el mensaje destila un esquematismo que asusta y las referencias se amontonan – ahí está Terminator, Robocop, Mad Max, Gattaca, Hijos de los hombres – dando lugar a un pastiche difícil de digerir.