Shakespeare una vez más. Cuánto juego ha dado el bardo, que con sus tragedias ha inspirado más películas que cualquier otro autor universal. Esta vez un Romeo acuoso y una ardiente Julieta en Ciudad Elemento, porque claro, siendo agua y fuego su amor es imposible. O no, que estamos en Disney World. Y lo cierto es que poco más. Una ocurrente y eficaz idea, pero que como argumento no da para mucho más que para jugar con los contrastes y los valores marca de la casa (Pixar incluida), que siguen siendo los de siempre: la familia, la amistad, la lealtad y el amor, que en un alarde progresista que se agradece incluyen ya la diversidad emocional y sexual (Lightyear, Un mundo extraño o la hermana de Nilo y su novia en esta Elemental). Algo es algo, porque por lo demás el guión es de los más previsibles de la compañía, que tiempo atrás cimentaba sobre ellos sus sólidas y formidables propuestas, que ahora sobreviven gracias a su gusto por el detalle y la profusión de chistes mínimos en la puesta en escena, que siguen siendo lo mejor de unas películas cada vez menos arriesgadas y consistentes. Aunque justo es decir que el listón Pixar sigue estando por encima de la media general. Cintas siempre tiernas, emotivas y entretenidas. Y desde luego, visualmente siguen siendo excepcionales, pese a que en esta ocasión resulte algo saturada en su grandilocuencia estética.
Producción: Disney-Pixar
Director: Peter Sohn.
Animación
Javier Matesanz
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