No es fácil explicarles a los niños de donde vienen los niños, hoy que la ingenua cigüeña se jubiló. Pero menos lo es aún explicarles el parto, porque de la barriguita de mamá hay que salir. Y Julia Sigliano lo hace. Muy bien, por cierto, obviando lo que hay que obviar, pero diciendo lo que hay que decir. Con su acento de fabuladora argentina, eso sí, pues los niños nacen igual aquí que allí. De modo que “El mundo de Dondo” no es un cuento, sino una crónica familiar que abarca desde la concepción, la gestación y el nacimiento, hasta los diez años del chaval; y hasta cuando era feto se nos muestra en forma de títere en la reconfortante tripita materna. No hay límites para las marionetas cuando se tiene imaginación, gracia y buen gusto, además del talento necesario para hacer de ello una encantadora experiencia de educativo entretenimiento familiar. Un recorrido vital de una década imaginada y una ajustada hora real, que agradó a los padres y fascinó a los participativos hijos; incluida la mía, que cito no por nepotismo crítico sino porque con solo trece meses fue abducida por el relato de trapo como una polilla lo es por la bombilla. Mucho mérito el de Dondo.
La titiritera domina los recursos narrativos, manipula con gracia y precisión, y tiene esa labia necesaria de cuentacuentos experimentada, enriquecida por la gestualidad; pero sobretodo conoce bien a su público, y lo implica, lo mima, lo interpela con habilidad cómplice, y lo lleva a su terreno, dejándole entrar, pero sin abusar; formar parte sin invadir, y así disfrutar como jugando, pero dejándose jugar.
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