Unos diálogos delirantes, una par de personajes para enmarcar y una trama que capta tu interés desde el primer momento. Básicamente, eso es lo que ofrece El irlandés (John Michael McDonagh), una de las producciones más sorprendentes de lo que va de año. Una comedia cínica y entrañable al mismo tiempo, disfrazada de thriller y con una buena dosis de cine de denuncia. El protagonista es Gerry: un policía de un pueblo de Galway (Irlanda) cuya rutina se ve alterada con la llegada de un agente del FBI (Don Cheadle) que viaja a Europa tras la pista de una banda internacional de narcos. Las investigaciones para averiguar el lugar exacto dónde los malos quieren desembarcar varias toneladas de cocaína es el tronco argumental de la cinta, pero también es el pretexto para desarrollar varias subtramas, que van desde lo estrambótico a lo tierno; desde la desaparición de un compañero de Gerry – un policía recién llegado, casado con una misteriosa croata – hasta los supuestos tejemanejes de los excombatientes del IRA, pero también la relación de nuestro (anti)héroe con su madre (Fionnula Flanagan), enferma y brillante, o las digresiones sobre ética y filosofía de los traficantes – los diálogos del coche o del acuario no tienen desperdicio- . Funciona la mezcla de humor intelectual, soez, irlandés y absurdo, caminos donde lo mismo nos topamos con Bertrand Russell o Nikolai Gogol que con un par de prostitutas o con comentarios de bar rellenos de mal gusto; y funciona también la mezcla de géneros, porque contiene parte de lo mejor de cada uno. El producto es inclasificable, pero me recuerda al buen Tarantino y a los Coen más surrealistas. La película es una joya por todo lo que acabo de explicar, porque los secundarios son de lujo (Mark Strong, Liam Cunningham…) y porque Brendan Gleeson está sencillamente perfecto en un papel que, por el descaro que gasta y por el carisma que exhibe, me recuerda al que hizo en ‘El General’ (John Boorman, 1998).
Comentario