No creo que se trate de coincidencias, pues se produce con demasiada frecuencia, y supongo que tampoco es espionaje industrial, pero no me negarán que es curiosa la cantidad de veces que un tema o personaje en concreto llega a las pantallas por duplicado o triplicado, creando un cierto déjà vu en el espectador. Pasó en su momento con Robin Hood, con Colón, con Capote (solo por poner algunos ejemplos), y ahora con Churchill, que ha visitado los cines con tres títulos en poco más de tres meses: Dunkerque, Churchill y El instante más oscuro, la que aquí nos ocupa.
La sensación es extraña, pues las continuas reiteraciones, incluso de algunos detalles concretos: la relación con su secretaria o la descripción del bunker del consejo de guerra británico, resultan algo cansinas por repetidas, pero a la vez aportan diferentes perspectivas que ayudan a completar el retrato. Lo cual, si el personaje es del interés del espectador, puede ser positivo; aunque en caso contrario sea una pesadez. No obstante, el film de Joe Wright es más ligero, más ágil y ambicioso que el Churchill de Brian Cox, que avanzaba, por decirlo de algún modo, a golpe de circunloquio (el Dunkerque de Nolan ya es otra historia). Y así, El instante más oscuro, que hace referencia a la decisión que el primer ministro recién nombrado debe tomar sobre afrontar unas conversaciones de paz con Hitler o seguir luchando para evitar la invasión de Gran Bretaña, es una correctísima película. Tal vez falta de personalidad creativa, pero impecable en su indisimulado aliento clásico. Magníficamente ambientada y mejor interpretada. Construida a base de momentos no siempre brillantes, pese a su rigorosa recreación, que se alternan con otros realmente notables, como la secuencia de Churchill en el metro o el descarado “a tomar por culo” de secretaria y primer ministro, que ayuda a humanizar al personaje. A ratos acartonado, pero en conjunto un buen film.
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