Wellcome to the Planet
Zack Snyder, autor de las versiones cinematográficas de Watchmen y 300 (y Sucker Punch) tiene un talento especial para buscar la emoción en los pequeños detalles, en planos muy cerrados, en la cámara al hombro, en el caos, en los colores apagados, en la tierra y el agua. Pero es un director excesivo. Excesivo en destrucción, en diseño de explosiones, en alargar las secuencias de lucha, en querer (de)mostrar que se puede ser un filófoso de la acción y querer que el público le aplauda los cromas. De ahí que, cuando se anunció que él sería el director de El hombre de acero, fueron muchos los que se echaron a temblar. Pero luego añadieron que David S. Goyer (guionista de la última trilogía de Batman) escribiría el libreto y Christopher Nollan (su director) haría las labores de producción, los ánimos se calmaron y aumentaron las espectativas. ¿El resultado? Algo desigual, pero no por ello menos interesante y fascinante a la vez.
El hombre de acero es una película con dos firmas muy distintas y muy marcadas. Por una parte, el equipo de Nollan otorga a la historia la versión más realista del héroe: un niño marginado, un hombre sin pasado, un extraterrestre de un planeta que ya no existe que no sabe cuál es su misión ni porqué llegó a la Tierra. Y lo hace a base de unos flashbacks perfectamente incrustados, y de la mano de unos actores perfectos (brillantes Diane Lane y Kevin Costner, correcto Russell Crowe, muy bien Amy Adams, muy solvente Henry Cavill y descomunal Michael Shannon). Y por otra, la mano de Snyder, tan prolífica en emociones de este primer tramo de la historia y tan excesiva en la segunda parte. Curiosamente, esta segunda parte en la que la acción y (sobre todo) la destrucción son las únicas protagonistas, concluye con una de las secuencías más simples y emotivas de toda la película, a la que no se hacía falta este prólogo brutal de bofetadas y edificios cayendo.
Es cierto que El hombre de acero no es una película magnífica, pero sí es una muy buena película que cumple perfectamente su objetivo: relanzar uno de los héroes con una de las filmografías más complicadas del mundo de los cómics. Y lo es por una simple razón: Superman nunca ha sido un señor torpe y con gafas llamado Clark Kent con otra peronsalidad que salva a la humanidad de vez en cuando, sino un extraterrestre que quiere ayudar y tiene que integrarse en la sociedad para poder hacerlo. Y, de eso, Chistopher Nollan sabe un rato largo. Wellcome to the Planet.
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