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El destino de Júpiter

El destino de Júpiter

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El problema de los Wachowski es que sigue esperándose de ellos el regreso de “Matrix”, y va a ser que no. Hay que empezar a desterrar la idea de que se reedite su talento y sean capaces siquiera de acercarse a los méritos de su gran y merecidísimo éxito de 1999, que ni tan solo tuvo continuación en sus paupérrimas secuelas de 2003. La sombra de Neo es alargada, y sus responsables, ahora más bien damnificados por comparación, viven de rentas mientras su crédito se va agotando de forma preocupante y, visto lo visto, definitivamente. Speed Racer fue un despropósito, El atlas de las nubes un fiasco con aciertos parciales y El destino de Júpiter se salda con un refrito de estereotipos e ideas clásicas del género que, en el mejor de los casos, resulta entretenido. Grandilocuente en lo visual y básico hasta lo obvio en su tontorrona propuesta argumental, que sirve de excusa para concatenar unos cuantos rescates espectaculares propios de la era digital y propicios para el mercado de las videoconsolas.  Poco más, porque esos semidioses que heredan y se disputan planetas, mientras cultivan hombres para destilar pócimas genéticas que les garanticen la eterna juventud, son poco más que muñecos diseñados para el merchandising, muy malvados y poderosos pero vulnerables como un castillo de Playmobil en manos del protagonista. Una especie de superhéroe mitad lobo mitad hombre, tatuado y con orejas de elfo, que con la percha hipervitaminada de Channing Tatum surfea ingrávido como el Silver surfer de Los 4 fantásticos, y franquea cualquier obstáculo galáctico que se precie en pos de su majestad, “Señora de las abejas, Reina de los inodoros” (Mila Kunis), que le ha robado su hasta la fecha inexpugnable corazón.

Yo que quieren que les diga, puestos a comparar recientes space operas de aliento retro prefiero Guardianes de la galaxia. Menos pretenciosa. Más divertida. Mejor.

Dirección: Hermanos Wachowski Intérpretes: Mila Kunis, Channing Tatum, Eddie Redmayne, Sean Bean.

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