Tras el asesinado de su presidente, los Estados unidos de América se han convertido en la República de Gilead. Las nuevas leyes han dado pie a un nuevo orden: las mujeres se convierten en meros contenedores de ovarios y su única función es la de servir como criadas y dar hijos a su señor. Las que no son fértiles tienen un futuro mucho más oscuro. Este presente alternativo habla de distopías, de fanatismo puritano, de posibilidades futuribles, de emociones contenidas, de rabia desatada, de fe ciega, de muerte y vida. Y lo hace con la gramática del cine negro, la ciencia ficción, el teatro, la literatura y la pasión. Series de televisión sobre mañanas casi apocalípticos hay muchas, con la calidad y la precisión de El cuento de la criada, muy pocas.
Basada en la novela del mismo título de Margaret Atwood, la producción es una pesadilla asfixiante en la que una palabra de más o de menos puede suponer la más horrible de las torturas. El control que el poder ejerce sobre los habitantes y, sobre todo, las habitantes, de Gilead destruye cualquier atisbo de felicidad, ni siquiera contenida. Andar por la acera es una lucha contra las ganas de gritar, ir a la compra es moverse por los pasillos de un laberinto en el que los guardias de seguridad tienen orden de disparar a matar ante cualquier altercado, y cualquier trabajo supone tener un punto de mira apuntándote en la nuca. El mundo se ha encogido y la serie lo trasmite. Y Elisabeth Moss, su absoluta protagonista, lo trasmite más allá de los estándares. Su visión y versión de la lucha por volver a ser algo más que un mero aparato reproductivo es demoledora. Pero no sólo por toda la emoción que aparece por encima de los muebles, el vestuario y el (o la falta de) maquillaje, sino porque se apoya en todo ello y en la visión de lo que ocurre desde un único punto de vista: el suyo y el de sus constantes diálogos interiores. Al igual que se apoya en unos tremendos secundarios que son capaces de darle réplica sin levantar una ceja de más para dar ni una sola pista sobre la trama.
Si Los hijos de los hombres (casi) destruía toda la posibilidad de un futuro para la humanidad y Black mirror destripa las muchas posibilidades de un mañana a partir de un hoy con tantos caminos como ideas y personas, El cuento de la criada aúna los gérmenes de ambas producciones en diez magníficos episodios (de los que ya están preparando una segunda temporada). Una asfixiante maravilla.
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