No es conformista, ni cómoda, de hecho es arriesgada la vertiente escogida por Norberto López Amado para abordar la historia de su nueva película. Una opción que a priori denotaba confianza e ilusión a partes iguales, y ha derivado finalmente en unos más que notables resultados. Disfrazado de drama familiar de alcance íntimo, el film es en realidad una denuncia humanitaria de proporciones internacionales, que retrata la barbarie de las revueltas tribales, las guerras civiles y los genocidios con trasfondo económico (las disputas por las minas de coltán en el Congo), de las explotaciones multinacionales de las riquezas naturales en el tercer mundo, y de la complicidad del primero en tan inmorales menesteres. Nada menos. Y todo con el ritmo de un film de aventuras y la intensidad de una odisea sentimental. Vertiginoso y denso a la vez. Cruel y apasionado, sobrecogedor y conmovedor, según la secuencia, según el momento o el minuto de un metraje sincopado, que de un detalle va construyendo un todo, hasta conseguir un conjunto convincente y realmente eficaz en todos los aspectos. Entretenido, emocionante y contundentemente crítico.
Una película muy bien ambientada, que consigue superar con creces sus limitaciones presupuestarias y convertir en virtud su falta de recursos, pues evita la espectacularidad pretenciosa de algunas películas del género, y gana así en autenticidad humana, e inhumana. Apoyándose, además, en una sensacional Belén Rueda, actriz, esta vez sí, desaparecida tras el personaje, y envuelta en el dolor y la frustración del mismo hasta abandonar su habitual y acartonado rol televisivo, que puede resultar eficaz en papeles de perfil bajo, pero que nunca hubieran aportado la raza y el relieve dramático necesario para la hermana coraje que encarna en El cuaderno de Sara.
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