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El clásico de la semana. Ingmar Bergman

El clásico de la semana. Ingmar Bergman

– ¿Sabes aquella mala de Bergman?
– No
– Yo, tampoco
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Resulta pretencioso querer hablar sobre el cine de Ingmar Bergman pues cada una de sus películas ya es elocuente de por si, susceptible únicamente de ser interpretada. Además, si existe un denominador común, un elemento indispensable al cual Bergman destinaba sus películas y siempre tenía presente, ese era el público. Sus películas demuestran, tanto temática como estilísticamente que Bergman era plenamente consciente que la obra sólo se completaba mediante la observación del espectador. La única condición que requiere el espectador para entender su obra es observar e interpretar. Obviamente, cada espectador verá una película diferente ya que toda interpretación es subjetiva. Personalmente, opino que todas sus películas merecen la pena y son dignas de mención pero como aquí no me cabrían todas, estos apuntes sobre su filmografía no pueden dejar de ser subjetivos. Poco puedo añadir a aquellos ya convertidos a la genialidad de Bergman. Sin embargo, me gustaría aportar, al menos un grano de arena a todos aquellos reacios a disfrutar de su obra, víctimas del lugar común que su cine es difícil y depresivo.

Un hombre de teatro que hacía cine
Bergman es conocido principalmente por su cine pero ante todo y antes que cineasta, era un hombre de teatro. Antes de dirigir su primera película, Crisis (1945), Bergman ya había escrito, dirigido y actuado en el Mäster Olofsgården y Studentteatern de Estocolmo, y a sus 26 años se había convertido en el director de teatro más joven de Escandinavia y quizás de Europa, ocupando el cargo en el Teatro Municipal de Helsingborg. Tras su despedida a lo grande del mundo del cine con Fanny y Alexander (1982) hasta el telefilm Saraband (2003) todavía dirigió 21 montajes teatrales en el Dramaten de Estocolmo. Ante la disyuntiva de si teatro o cine, ya en los años cincuenta, el propio Bergman reconocía que el teatro era la esposa fiel mientras que el cine, era la amante exigente. Adoraba a ambas y no podía vivir sin ninguna de las dos. Por esta sencilla declaración de intenciones su teatro se ha nutrido de recursos cinematográficos y viceversa, su cine se ha retroalimentado de las artes escénicas. En la obra de Bergman el cine y el teatro han estado siempre en constante rotación. Esta relación se hace patente repasando cronológicamente sus producciones teatrales y cinematográficas. Dado el carácter efímero de las artes escénicas, en este caso, sólo nos es posible intentar vislumbrar la influencia teatral en su cine.

Su temática a grandes rasgos

No todo su cine es teatro aunque las artes escénicas y los artistas cobren especial relevancia. Uno de los temas centrales en su trayectoria, palpable tanto a nivel argumental como estilístico, es el arte en sí. La reflexión sobre el arte, manifiesta en las dicotomías arte/artificio e ilusión/realidad se suceden a modo de leifmotiv en todo su cine. En El Rostro (1958), Bergman nos propone un constante juego de máscaras donde nada es lo que parece. Paralelamente con otro de sus temas recurrentes, las relaciones y rupturas de pareja, en Noche de circo (1953), aborda el tema de la humillación y cuestiona el lugar del artista en la vida. No es casual que este mismo año, Bergman, como director artístico del Teatro de Malmö, decidiera inaugurar la temporada con el montaje de la obra de Pirandello, Seis personajes en busca de un autor. Por otra parte, la faceta reflexiva de la misma cuestión, la encontramos metacinematogáficamente en Persona (1966) donde los rostros de los personajes se funden y confunden en una pantalla que también, en un efecto de distanciamiento, incluso se llega a quemar. A modo de curiosidad añadiré que en 25 de sus 49 producciones (incluyendo también trabajos televisivos) los protagonistas son artístas (de cine, teatro, circo, música….) Resulta pues evidente el papel fundamental que ocupan los actores en la obra del director, habiendo contribuido a crear una nutrida galería de intérpretes de una calidad indiscutible. En un principio Bergman contrataba a los mismos actores de sus montajes teatrales para que éstos también tuvieran trabajo durante los meses estivales. Poco a poco, estos actores y actrices se volvieron indispensables y pasó a escribir sus guiones directamente pensando en ellos. De esta forma el propio Bergman contribuyó al encasillamiento de algunos de sus principales colaboradores. Sólo por citar algunos ejemplo: a Bibi Andersson le destinó más de una vez el papel de chica alegre e ingenua (El séptimo sello, 1956, Fresas salvajes, 1956 y El rostro); o ya más nítidamente, los papeles brujiles que la asignaba a Naima Wifstrand. La cantera de Bergman es tan elocuente como sus películas: Bibi Andersson, Ingrid Thulin, Gunnel Lindblom, Liv Ullman, Ewa Fröhling, Pernilla August, Erland Josephsson, Max von Sydow, Jarl Kulle y muchísimos más.
Aunque la temática de Bergman es mucho más y aborda magistralmente la esencia del ser humano presentando las cuestiones que lo entretienen sobre este mundo: la existencia, la fe, las relaciones familiares y conyugales, sobretodo las rupturas, y el lenguaje. Podríamos grosso modo dividir la filmografía de Bergman en cuatro grandes bloques coincidiendo con sus épocas productivas de cada década: las primeras películas de los años 40; la prolija década de los años 50; los años 60 y para finalizar los años 70. Deteniendónos en el papel fundamental del lenguaje podríamos designar la palabra como protagonista de las cintas de los 50, mientras que el silencio toma protagonismo en las obras más experimentales de los años 60.

Retrospectiva a cámara rápida

Las cinco primeras películas de Bergman (Crisis, 1945, Llueve sobre nuestro amor, 1946, Barco a la India, 1947, Noche eterna, 1947 y Una mujer libre, 1947) tratan en general sobre relaciones de parejas, algunas más tormentosas que otras y a priori son bastante sencillas. Tras esa aparente sencillez, los personajes y el argumento esconden un marcado carácter alegórico donde la batalla entre la Persona, Dios y el Diablo están en el centro. Después de esta primera etapa, Bergman realizó mayormente comedias y fue a través de ellas que ganó prestigio internacional y llamó la atención de los críticos de Cahiers du Cinema. Amén del bombo y platillo que causó la nudez de Harriet Andersson en Un verano con Monika (1952), la película por la cual se le empezó a considerar autor y que cautivó a Jean-Luc Godard fue Juegos de verano (1950). Drama en el que una bailarina, lee el diario de su fallecido novio, lo que le provoca una serie de recuerdos que hacen oscilar la narración entre el presente de la mujer a su adolescencia inocente. La mayor parte de la película está narrada a través de flashbacks y al también incluír desnudos, en EEUU recibió el escabroso tíulo de ‘Interludio Ilícito’. A pesar del prestigio nacional e internacionaldel que gozaba, Bergman, tampoco se libró de tener que hacer algún que otro trabajo, de entre los cuales destacaría y aprovecharía para recomendar la serie de 9 anuncios de jabones de la marca Bris. Son pequeñas obras de artes con todas la marcas de la casa Bergman. Pero si a nivel internacional se empezó a considerar a Bergman a partir del 1950, para él, su primera película digna de ese epíteto es la ya mencionada Noche de circo. Después de la cual dirigió tres comedias más, (Una lección de amor, 1954, Sueños, 1955 y Sonrisas de una noche de verano, 1955) en realidad, para poder sufragar la producción de El séptimo sello (1956). Exceptuando el parón inicial en el que se vio obligado a aceptar encargos, la década de los 50 es la más productiva de su carrera, tanto a nivel teatral como cinematográfico y en ella se gestaron además de las ya citadas, otras verdaderas joyas tales como Fresas salvajes, (1956), En el umbral de la vida (1957), película cuyo mundo ficticio se limita a las cuatro paredes de maternidad de un hospital, precuela a la trilogía de obras de cámara de los 60 y anticipo también de la época de los silencios pues nótese que en la película, exceptuando el himno nacional sueco no suena ninguna clase de música. Los años 50 concluyen todavía con dos obras maestras: El rostro y El manantial de la doncella (1959). En los años 60, Bergman instaura un segundo período de grandeza en el que filma la trilogía de las kammarspiele, formada por Como en un espejo(1960), Los comulgantes (1962) y El silencio (1963). Posteriormente le seguirá lo que a veces se ha endido a considerar como su segunda trilogía de la que forman parte. La hora del lobo (1967), La vergüenza (1968) y Pasión (1970). Sin olvidar la obra maestra Persona (1966) Permitáseme sin embargo en este acelerado repaso una frivolidad y mencionar la película El ojo del diablo (1960) ya que ésta sería la versión nórdica, pasada por el filtro de Bergman del mito de Don Juan.
En estas películas, Bergman, sin duda, ha dejado atrás la influencia teatral. El drama bien estructurado se disuelve ahora en un mundo onírico, mientras que la palabra es reemplazada por imágenes, con abundancia de primeros planos. Con todo los 60 pueden considerarse como años de reducción y replanteamiento en la forma, ahora bien manteniendo el hilo conductor de las preguntas vitales:deconstrucción de la fe, verdad/ilusión y el papel de la máscara. Además la influencia teatral ha dejado de impregnar la forma porque en contenido, Bergman bebe más que nunca directamente del mundo de los sueños de Strindberg. De los últimos años de trayectoria cinematográfica (ya que Bergman siguió produciendo incensantemente para teatro y televisión), más desigual estilísticamente, todavía mencionaría : Gritos y susurros (1972), Secretos de un matrimonio (1973), La flauta mágica (1974), El huevo de la serpiente (1977), el encuentro de los dos Bergman, Ingrid e Ingmar, Sonata de Otoño (1978) y Fanny y Alexander (1982).

Me gustaría destacar y al menos detenerme en algunas de las películas de su dilatada carrera pero me es absolutamente imposible elegir. Para muestra un botón me detendré en una película representativa de los años 50 y 60, respectivamente y concluiré hablando un poquito sobre la culminación de la carrera, con Fanny y Alexander.

Fresas salvajes

No hablaré del argumento o del estilo de la película, sino que aprovechando este espacio, me gustaría explicar a los espectadores, el verdadero significado y sentido de su título. Literalmente, ‘Smultronstället’ quiere decir ‘lugar donde crecen fresas salvajes’ pero desde principios del siglo XX, esta expresión, en sueco, ha pasado a utilizarse para designar un lugar idílico, difícil de encontrar al cual te gustaría volver para relajarse y sentirse a gusto. Por tanto, las fresas salvajes son una metáfora para designar aquella casa de campo a donde vuelve el profesor. Mediante el recurso del flashback, nunca marcado de la misma manera (harpas, nubes, deformaciones de árboles) Bergman rinde con esta película, dos tributos a dos maetros. Primero, dejando protagonizar el film a Victor Sjöström y segundo, siendo la película donde las influencias de Strindberg aparecen más marcadas con alusiones directas a El sueño.

Persona

Persona se presenta como un compendio de los temas recurrentes de Bergman; realidad, ilusión, sueños, relaciones humanas, máscaras, arte, artificio, el por qué del artista…e incluso otro que no había tenido ocasión de mencionar, la repetición de ciertos nombres como por ejemplo Alma, nombre de una de las protagonistas y el apellido Vogler. Persona es quizás el máximo desarrollo de su, valga la redundancia, personal estilo. En apenas 60 minutos Bergman desafía a la audiencia a distinguir entre artificio y realidad. Una imagen alucinatoria de un chico buscando a tientas una cara borrosa sugiere, además, la disolución de la identidad. Bergman enmarca la historia con imágenes de una película que se proyecta. Y en un momento de intensidad, aparece la imagen de la película quemándose, sacando al espectador del mundo ¿ficticio?

Fanny y Alexander

Esta película significa muchas cosas en la vida de Bergman. Marcó el regreso del autor de su exilio en Alemania y fue su última experiencia cinematográfica. Y se despidió a lo grande con un presupuesto que ni quiero ya que sólo el elenco lo fromaban 54 actores y actrices. Además de una despedida, el argumento es altamente autobiográfico y a través de dos familias opuestas nos encontramos con las dicotomías de la infancia del joven Ingmar: diversión, teatro, música y poesia vs. disciplina, moral, negación y brutalidad. La película fue galardonada con cuatro Oscar.

Espero que este pequeño aperitivo de la dilatada trayectoria de Bergman haya podido despertar el interés de aquellos más reluctantes con su obra. Un amigo mío instiste en afirmar que Bergman me ha hecho mucho daño. Tengo que discrepar plenamente con él pues Bergman, no sólo no me ha hecho ningún daño, sino que además, me ha hecho muy feliz. A mi, a Woody Allen, a Fellini, a Kurosawa. a Godard, a Scola y unos cuantos más.

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