Continua a buen ritmo la producción de thrillers de inspiración negra americana con denominación de origen español. Y con muy buenos resultados, debo decir, aunque El aviso se quede un poco por debajo de la media más reciente de esta variante del género made in Spain. Tal vez por un exceso de ambición argumental (ya presente en la novela adaptada), que ha llevado a sus responsables a complicarse la vida en la mezcla de ingredientes y perder, de este modo, algo de la autenticidad de propuestas anteriores como la del propio director Calparsoro, que hace dos años filmara la muy interesante Cien años de perdón. Con sus idas y venidas temporales, las derivas esquizoides de su protagonista, un sustrato metafísico, secuencias numéricas como modus operandi de algo así como una providencia criminal y un fondo sentimental y social dramático que oscila entre lealtades y pasiones imposibles, violencia de género y hasta bullying, la película va creando y desarrollando una maraña de emociones e intrigas con múltiples epicentros. Muchos caminos que acaban por saturar y afectar al ritmo y la intensidad del relato, que va diluyéndose en esa miscelánea de tramas que tienden a converger y lo hacen en un clímax no demasiado convincente. Un desenlace que, por querer resolver tantas incógnitas, no acaba de concretar ni conmover ni sorprender, pues el último tramo es de lo más previsible. Eso sí, manteniendo al espectador siempre atento y entretenido. El in crescendo es ágil y envolvente. Un pasatiempo notable, aunque tal vez no del todo satisfactorio en cuanto al resultado final.
A quien le va como un guante el complejo personaje es a Raúl Arévalo, cada vez mejor actor, ya alejado de sus caricaturescas comedias castizas y a menudo tontorronas, y que sustenta el alambicado argumento con una presencia aparentemente frágil pero de una encomiable solidez interpretativa. Más consistente, de hecho, que la trama en sí misma, que se hubiera deshilachado de no ser por él.
Javier Matesanz
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