Aunque la referencia inmediata de todas estas películas de índole socio-sentimental y estructuradas a modo de “vidas cruzadas” es sin duda el film fundacional y fundamental de Robert Altman (Short cuts, 1993), lo cierto es que esta nueva tentativa combinatoria firmada por el debutante Gabriel Ochoa es más bien una mezcla de las Tapas de Corbacho y la televisiva Anatomía de Grey, dado que todos los amores relatados afectan a galenos de diferentes edades, condiciones y especialidades médicas, los cuales afrontan y alternan sus romances en pantalla según sus circunstancias personales y/o profesionales. Y el resultado es sosete, la verdad. Al conjunto le falta garra y contundencia. Un denominador común en todas las historias, cuya intensidad dramática o romántica nunca llega a sobrecoger o a emocionar como tocaría. Aunque todo discurra por amables terrenos de espontaneidad y ternura que, de algún modo, invitan a simpatizar – que no empatizar- con unos personajes carentes de carisma pero que, tal vez más por pena que por complicidad, acaban por caer en gracia al espectador, que asiste a sus tribulaciones sentimentales en piloto automático emocional. Y así, presenciar estos retazos de la vida íntima de tres parejas, representativas de tres generaciones, no resulta aburrido pero, desde luego, tampoco es apasionante. Es el trabajo del reparto el que mantiene viva la película, porque pese al transcurrir rutinario de los conflictos mínimos planteados, siempre es un placer ver trabajar a veteranos como Petra Martínez (La soledad) o Carlos Álvarez-Nóvoa (Solas), y comprobar que un guión lineal y bastante esquemático puede destilar verdad si los intérpretes saben sacarle el jugo a sus papeles y hacerlos crecer más allá de la letra con la mirada y el gesto. Aida Folch y Nicolás Coronado lo consiguen. Alberto San Juan, en cambio, empieza a resultar repetitivo en su sempiterno introvertido de tímida y pudorosa sonrisa, y aquí acaba diluyéndose entre lo más previsible del film.
Els vostres comentaris