“Ego” es una comedia. Eso es indiscutible, y las continuas y sonoras carcajadas del público lo certifican. Pero lo es por las formas escogidas, por la narrativa trepidante, casi atropellada, que invoca ritmos de slapstick, y por unas interpretaciones hipervitaminadas que son para troncharse. No por el contenido, que deviene una crónica social descarnada, poco menos que terrorífica, y desde luego dramática. Una distopía tecnológica que podríamos considerar futurista si no fuera por la sensación, en todo momento, de que bien puede estar a la vuelta de la esquina. Y para prueba un botón, pues escaleras para abajo, cuando aún resonaban los últimos y merecidos aplausos, todo el público salía móvil en mano e hipnotizados por la pantalla, en vez de comentar la obra de viva voz con quienes habían compartido con ellos tan grata y desternillante experiencia. Lo dicho, mucho miedo entre risas, porque a todo el mundo le gustó Blade Runner, pero nadie querría vivir en un mundo así.
El texto de Marc Angelet es tan ocurrente como lúcido, y Sunyer lo pone en escena a todo gas, pero con un precisión milimétrica, que funciona en lo cómico sin restar gravedad a lo dramático, y sacando todo el jugo a un reparto sensacional del que sería muy injusto destacar a nadie, ya que es la combinación de energías y la diversidad gestual la que enriquece el conjunto y hace de él un producto más que notable. Pero aun así no puedo evitar decirlo: Daniele Fregapane está de traca. Inmenso.
Autor: Marc Angelet
Director: Joan Antoni Sunyer.
Intérpretes: Jaume Mut, Héctor Seoane, Maria Antònia Salas y Daniele Fregapane.
Espacio: Teatre de Manacor
Javier Matesanz
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