No hay Eco sin sonido, ni sombra sin objeto ni reflejo sin imagen. No son lo mismo pero lo son. Ni el uno sin el otro ni el otro sin el uno. Y al final, tampoco hay latido sin corazón, pues así es la vida; de modo que con un par, que son dos, con dos narices rojas, dos manos cada uno que parecen veintidós, y dos talentos que crecen y no menguan ni a tortazos, los Ymedio se multiplican, dejando pequeño su nombre, y nos convierten en testimonio de su complicidad tierna, traviesa, ingeniosa, divertida y bonita, que nos muestran con maneras de clown y de mimos y de titiriteros, de actores buenos, que no hacen solo gesto, ni objeto, sino teatro del bueno, con o sin texto, pero muy completo. Porque ríes y te sobresaltas, y te sorprendes e incluso empatizas, hasta que descubres que, como Peter Pan que eres, y son, quieres pero no quieres escapar de tu sombra, de tu Eco, o del suyo, y que lo que hacen, aunque absurdo, aunque onírico, aunque gamberro, es lo mismo que haces o harías cuando sueñas o cuando te dejan. Seguro que mañana los recordamos, y les volvemos a aplaudir mirándonos en el espejo, cuando nos pongamos o doblemos la camisa, cuando alguien lea a nuestro lado en la cama, o cuando de camino al trabajo descubramos que nos sigue nuestra sombra, y que tampoco a ella le apetece ir a la oficina. Es el Eco de nuestra vida, el nuestro. Somos nosotros. Y nos conviene disfrutarlo. Lo hicimos. Gracias.
Javier Matesanz
Els vostres comentaris