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Dunkerque

Dunkerque

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Durante la Segunda Guerra Mundial, en las playas de Dunkerque, el ejército inglés se ve sitiado por tierra y mar por los alemanes. Más de 400.000 hombres esperan en la arena, cansados, heridos, angustiados, muertos, a la llegada de un milagro en forma de buque que les recoja y les lleve a Inglaterra, una isla que todavía no ha sido invadida. Con semejante prólogo, no hay nada que haga presagiar que lo que ocurrirá en la pantalla no será una batalla épica, llena de efectos especiales apabullantes, con un guión plagado de frases míticas, con un recital de cuerpos mutilados de una crudeza radical y unos personajes que cubrirán desde el héroe hasta el más violento de los generales nazis. Pero dirige Christopher Nolan y nunca nada es lo que uno espera en las películas de Nolan. Excepto que será una obra de arte. Y eso es lo que es Dunkerque, una obra de arte.

El autor de Memento y la trilogía de El Caballero Orcuro ha demostrado (de nuevo) que sigue alimentándose del Cine en mayúsculas y que continúa creciendo para hacer grande la historia de un arte en el que parecen haberse olvidado algunos conceptos básicos en lo que se refiere a grandes producciones. Dunkerque es una película casi muda, aséptica, que se centra en narrar unos hechos de la forma más realista posible, pero sin un solo plano en el que notar el sabor de la sangre o la masacre en que se convirtió ese episodio de la guerra. El trabajo de Nolan está en la narrativa, en la posición de la cámara y en la construcción del relato en tres partes que definen a la perfección la experiencia de cada una de las facciones del ejército: tierra, mar y aire. La película no deja de ser un espectáculo visual muy violento, pero de una sobriedad absoluta. No hay grandes emociones más allá de las de los protagonistas, ni lágrimas forzadas a propósito de los muertos, ni vísceras y pedazos de cuerpos sobre la arena, solo hechos desde un único punto de vista. Porque los alemanes no aparecen más que como aviones, torpedos lanzados desde buques o submarinos invisibles o balas en primera línea de fuego.

Aunque darle todo el mérito a Nolan de esta obra de arte cinematográfica sería (casi) injusto. El trabajo del habitual Hans Zimmer en la composición de una banda sonora que, además de sincronizar las emociones con las imágenes, funciona de metrónomo sobre el que descansa todo el ritmo del escaso metraje (por lo que nos tiene acostumbrados el director de Origen), es innegable. Sin ella, la película se derrumbaría. O los actores, brillantes Fionn Whitehead, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Tom Hardy y Cillian Murphy, apuntalan las vidas y las muertes de todas aquellas personas que dejaron mucho más que su sudor y su esfuerzo en una guerra que era de todos. Sin ellos, o con otros, el conjunto no podría cuajar como lo hace. Pero tampoco lo haría sin una mente como la de Nolan en la batuta.

Algunos clásicos nacen el día que se estrenan. Este es un caso. Porque el cine es un arte que necesita maestros como Christopher Nolan y películas como Dunkerque para continuar su camino. Nosotros también.

Dirección: Christopher Nolan. Intérpretes: Fionn Whitehead, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Tom Hardy, Cillian Murphy, Barry Keoghan, Harry Styles. Bnada Sonora: Hans Zimmer.

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