Ejercicio de metateatro, experimental, casi formativo, de gente joven que busca nuevos caminos, maneras de narrar, más bien de expresar emociones, motivaciones, ilusiones, preocupaciones. Reflexión en tiempo real, sobre temas cotidianos, rutinarios, sentimentales, intelectuales, incluso éticos y estéticos. Una probatura en escena, compartida, y en riguroso directo. Con el público como un elemento más, integrado, aunque más expectante que activo, pese al bailecito del final y momentos de colaboración sonora. Doménica no es teatro al uso. Sin nudo ni desenlace, su presentación se refiere más a las formas que al fondo. Hablamos de modernidad, de nuevos lenguajes, de laboratorio escénico, e incluso de trabajos de fin de carrera, que llegan a escena trabajados, madurados, replanteados y crecidos. Con el Greco en el horizonte pasado de la inspiración artística (aunque esto último tuve que leerlo para saberlo). Y así, vulnerando las formas escenográficas convencionales, el ritmo y el modus operandi tradicional, las actrices, los actores, los músicos y la directora, Vicka Durán conduciendo in situ, van proponiendo y compartiendo, avanzando, más en círculos que hacía un destino o un final, y con un discurrir irregular y algo impreciso nos intrigan y nos entretienen, en ocasiones casi nos conmueven, pero sin llegar a convencernos del todo, a seducirnos del todo, a… Aunque tal vez no proceda hablar de un todo. Tal vez no consista en entender, solo en compartir el proceso creativo, que aún no es un todo, solo un de momento. Es lo que hay.
Doménica
Dirección y creación: Vicka Durán Intérpretes: Neus Cortès, Juan Carlos Sola, Eli Zapata. Músicos: Cristina Trenchs y Héctor Seoane. Lugar: Sala Petita – Teatre Principal
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