Demasiado irregular. Es imposible seguir la trayectoria de Guy Ritchie con admiración, porque lo de una de cal y una de arena lo lleva hasta el extremo de lo peor. Tiene películas excelentes y posee un estilo propio que personaliza sus mejores films, siempre frenéticos y estridentes en cuanto a un ritmo que juega a favor de sus caóticas y epatantes estructuras. Pero cae luego en lo convencional, en lo apático y anodino, en el uno más, en la corrección más insípida y carente de interés, y ahí decepciona sin fisuras. Lock & stock o Snatch són formidables, Barridos por la marea, una basura. Sus Sherlock Holmes, más que recomendables; Rey Arturo: la leyenda de Excalibur, una pena. Y su reciente The gentelmen tiene clase y elegancia contemporánea con aires clásicos, mientras que Despierta la furia, concebida y rodada en su zona de confort e ideal para lucirse a partir de material de consumo rápido, es una mediocridad lastrada por un guión de todo a cien y, contra todo pronóstico, con una falta de tensión y energía inesperada, que la convierte en un tostón previsible y sin interés alguno. ¿Por qué estos altibajos tan contrastados? Difícil de decir. Quizás no debiera trabajar tanto y hacer solo aquello que le motive, dejando los encargos comerciales para los hacedores de películas mainstream. ¿De verdad necesitaba calcar Aladdin?
Javier Matesanz
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