El punto de partida es de lo más interesante, pues el conflicto que aborda es tan vigente como preocupante. La presencia de la violencia en nuestra sociedad al alcance de todos y a todos los niveles, desde el cine a los telediarios, que afecta especialmente a los niños, cuyas mentes esponjosas tienen una natural tendencia a imitar todo aquello que ven. De modo que la materia prima interesa, pero no así la torpe y aburrida manera de plantearlo y, sobretodo, de contarlo que ha elegido el director Christian Molina, y que anula todo el potencial de la premisa inicial. Una fórmula que resulta de lo más panfletaria y pretenciosa, con una mezcla poco creíble y nada convincente de imágenes documentales televisivas de atrocidades varias, y un aliento fantástico en clave esquizoide inserido en un drama de corte realista con la intención de epatar, pero que en realidad entorpece el relato de tan artificial que resulta, e incluso lo desvirtúa creando situaciones que rozan lo ridículo. No convence la evolución del chaval, pero tampoco la de los padres; y mucho menos las breves intervenciones “estelares” de Robert Englund y Danny Glover, aunque con ellos pretendan internacionalizar el film. No bastará para vender un producto tan mediocre en forma y fondo, y tan superficial en el desarrollo y la exposición de su tesis de denuncia social. Buenas intenciones y endebles resultados, aunque intente reforzarlos un monólogo explicativo final del emblemático Glover.
De mayor quiero ser soldado
Director: Christian Molina. Intérpretes: Fergus Riordan, Valeria Marini, Ben Temple, Robert Englund, Danny Glover.
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