Seria tan absurdo como inapropiado, amén de inútil, intentar asignarle cualidades gastronómicas a unos ositos de gominola comprados al peso, por mucho que me gusten las chuches. Y del mismo modo, sería una bobada intentar analizar ‘Contrarreloj’ como si se tratara de buen cine. No lo es ni lo pretende. Se enmarca en lo que ya podríamos considerar como el subgénero “Nicolas Cage corre que se las pela”, y su única ambición es entretener con los recursos del thriller dramático hecho en serie de toda la vida. O sea, un guión apañadito para la ocasión, que plantee el escenario pero sin complicarse la vida, con un enfrentamiento entre bueno y malo, un botín, una víctima, a ser posible con lazos emocionales y/o familiares con el bueno, para propiciar la extorsión sentimental, y una cuenta atrás que garantice el ritmo y la tensión, que aunque prefabricados siempre son eficaces. Le añadimos una cara popular, que aunque sea la de agobiado que siempre pasea Nicolas Cage bajo sus indescriptibles peinados, siempre funciona, y alguna sorpresilla de última hora a modo de guinda, para que el pastel, aunque algo insípido, esté bien presentado y sacie los paladares ávidos pero no en exceso exigentes de los adeptos al cine comercial de acción vertiginosa y estrépito visual. Es decir, un film como ‘Contrarreloj’, que si se come solo por los ojos puede estar bueno, pero que si lo diseccionas no hay por donde cogerlo. Ahora, para evadirse con las neuronas en modo stand by, no hay mejor opción que esta. O “Los mercenarios 2”, que no por casualidad está dirigida por el mismo Simon West.
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