Cuando se estrenó Cómo entrenar a tu dragón, los amantes del cine de animación vieron aparecer un nuevo capítulo en el universo de las películas consideradas para niños: un film redondo, con significado, de técnica asombrosa, y que fascinaba tanto a grandes cómo a pequeños. Un universo que se fue expandiendo: una serie de dos temporadas, tres cortometrajes, y el anuncio de una segunda parte, que Jean Debois (autor también de Lilo & Stich) no tenía nada fácil. Pero nada es imposible. Y aquí está la esperada continuación de lo que ya será una trilogía: más densa, más oscura, más madura y, sobre todo, a la altura de su predecesora.
En Cómo entrenar a tu dragón 2 han pasado cinco años desde que los dragones entraran a formar parte de la vida de los vikingos de Mema, y muchas cosas han cambiado desde entonces. La más importante de todas es que los personajes han crecido, y sus relaciones entre ellos no son ni pueden ser las mismas. Y precisamente esa es, además de una factura técnica apabullante, un banda sonora que redondea cada plano y cada emoción, y una historia magnífica, su gran baza: ya no sienten igual, ya no se interesan de la misma forma por lo que les ocurre, sus metas ya no son las mismas, y sus reacciones tampoco. Pero, además, no hay ni uno de los 102 minutos de metraje que el guión pierda de vista una premisa clara desde el inicio de la saga: el público, niños, adolescentes y adultos, no es idiota y no hay que tratarlo como tal. Bien por la apuesta de Dreamworks, de Debois y de Cressida Cowell, autora de los libros en los que se basa.
Muy lejos quedan las continuaciones de las últimas películas que Disney, con Lasseter de productor, (Aviones 2) o Pixar (Cars 2, Monstruos University) han tenido la desfachatez de presentar, que dejan por los suelos el nivel exigido para su digestión. Y muy difícil lo va a tener la compañía de la lamparita para superar las segundas partes que Dreamworks ha presentado últimamente (Kung Fu Panda 2, Gru 2, Lluvia de albóndigas 2). ¿Se pondrá de nuevo a la altura de Toy Story?. El duelo está servido y lo mejor es que será el público el que disfrute con ello.
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