Una de las protagonistas nos habla de unos hechos históricos acontecidos en Finlandia en 1923, coincidiendo con el paso de un cometa. Gente desorientada, perdida e incluso la denuncia de una mujer que aseguraba ante la atónita mirada de su marido, que éste no era quien decía ser porque lo había matado el día anterior. Un anecdotario de hechos inexplicables que están a punto de repetirse coincidiendo con el paso de otro cometa en la actualidad, y que da pie a una de las películas más extrañas e inclasificables estrenadas en los últimos años. Algo así – y solo para que se hagan una idea contextualizadora- como una mezcla del cine alucinógeno de David Lynch y las obsesiones formales del Dogma primigenio de Von Trier, combinadas con las enrevesadas paranoias propias de los thrillers de la guerra fría, donde las amenazas parecían surgir de la nada, de entes inconcretos, de enemigos procedentes más del miedo interior que de la realidad, aunque no por ello, y por incoherentes que fueran, dejaran de ser amenazas reales para quienes así las percibían. Y por ello Coherence inquieta e incluso asusta. No ofrece respuestas ni soluciones. Solo plantea una situación inexplicable. Tanto como lo es, para muchos, la física cuántica y algunas de sus más complejas teorías, a las que se hacen continuas referencias en el film. La del gato de Schrödinger y las dos realidades simultáneas, por ejemplo.
Coherence es fascinante aunque nunca estás muy seguro de lo que estás viendo. Es adictiva, absorbente. Una experiencia casi fantasmal. Metafísica. El ritmo es denso e intenso. Nunca precipitado. Tampoco lento. Es un drama conversacional, cuya intriga va en aumento de manera enfermiza, hasta resultar incómoda. Asfixiante. Y siempre va a más. No deja de sorprender, de adentrarse por vericuetos imposibles que solo responden a una incontrolable lógica “multidimensional” que se convierte en el eje de un argumento alucinante, sí, pero en clave de un realismo estricto y austero, sin concesiones formales ni efectismos, que transmite una credibilidad difícil de asumir. Pura realidad imposible. O tal vez no. Y es que un ajustado e impecable reparto de caras desconocidas nos aleja de la ficción y nos hace partícipes de un misterio cotidiano realmente terrorífico. Hay que verla. La indiferencia no es una opción.
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