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Cine versus cómic o viceversa (5): Persépolis

Cine versus cómic o viceversa (5): Persépolis

Texto de Jaume Albertí (Fancine, enero 2008)

 

El número de largometrajes basados en cómics no deja de multiplicarse año tras año. Lejos de ser una moda pasajera, el fenómeno se ha convertido en una tendencia firme en una industria en la que la canibalización y adaptación de ideas provenientes de otros medios es moneda común. La enorme cantidad de filmes que produce Hollywood cada año hace imprescindible esta expansión y diversificación de su oferta para captar a la mayor cantidad posible de público y, por derivación, del contenido de sus carteras. Al ser éste su objetivo principal es lógico que el grueso de cómics adaptados sean aquellos protagonizados por franquicias de personajes y series conocidos incluso fuera de los límites del noveno arte, siendo algunos de ellos además auténticos iconos de la cultura popular (vienen a la mente inmediatamente Superman, Batman y Spiderman).

Sin embargo, la gran pantalla también se ha centrado, aunque en menor medida, en adaptar obras concretas más minoritarias, basándose más en las cualidades del cómic objeto de la adaptación, que en una posible amortización millonaria del producto (aunque la relación entre cómics de culto y películas con recaudación elevada no sea inexistente, en este caso lo que se busca es más un interés artístico personal al llevar a imágenes en movimiento obras de un valor mucho más creativo que la típica creación palomitera).

Entre ellas, tenemos a la recientísima Persépolis (2007), en la que la propia autora del cómic, Marjane Satrapi, hace las veces de co-guionista y co-directora. El resultado, como se podía prever debido a su implicación personal, es altamente fiel al “original”, traduciéndose en una autobiografía impresionante, tragicómica, con soluciones cinematográficas tan originales como las que pueden hallarse en el cómic, pero lejos de repetirlas, juega con ellas y con las herramientas y lenguaje propios del cine para crear un material que no se limita a ser una mera fotocopia de lo ya dicho en el papel, sino que es lo suficientemente diferente y novedoso para sostenerse por sí mismo como película que no le debe nada a su fuente de inspiración (exceptuando, claro está, su misma existencia). Como adaptación, ya decimos, resulta brillante, pudiéndose decir que si a uno le gusta la película también le agradará el cómic, y viceversa (lo que, en esta marea de adaptaciones que desvirtúan por completo el original, resulta todo un cumplido). Como película es excepcional. Pero, claro, no todas parten de un punto de partida y un talento tan grandes como ésta. Las que sí, las veremos en próximas entregas.

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