Cuando un film comercial retrasa su estreno un par de temporadas es inequívocamente un mal síntoma. Cuando lo hace una película pequeña, independiente, no hollywoodiense, es un atractivo más para quienes disfrutamos de un cine ajeno a modas y tendencias consumistas.
Tres años ha tardado en llegar a nuestras pantallas esta interesante película mexicana, interpretada por el gran Fernando Luján (“El coronel no tiene quien le escriba”), y que nos cuenta una triste historia de familia en torno a un funeral, el de la madre desequilibrada y suicida, culpable de las fracturas del hogar, pero a la vez amada y añorada. Y el relato, minimalista en sus formas pero de enorme intensidad emocional, transcurre durante los cinco días posteriores al óbito, y durante los preparativos del funeral hebreo. Días en los que afloran secretos inconfesables y se desenmascaran actitudes imperdonables, cuyas consecuencias abrirán algunas heridas, y ayudarán a cerrar otras. Muy dura, pero también bella, utiliza con mesura y precisión el humor negro como contrapeso, y el conjunto es un drama lleno de ternura que conmueve amablemente.
No es fácil entrar en los primeros compases. Tan alejados están nuestros parámetros culturales de los suyos. Pero cuando conectamos, cuando empatizamos con el personaje del abuelo, tan triste, tan íntegro, tan inquieto, tan dignamente humillado por la memoria… entonces ya formas parte del film, de la familia, y compartes el duelo, pero también las sinceras emociones que emanan de las tensas relaciones que propician los momentos difíciles, y las inevitables sonrisas que el cariño inspira aunque riñas con un ser querido.
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