“Todas las familias felices son iguales; cada familia infeliz, es infeliz a su manera”. Dijo Tolstói. Y bien podría ser este el punto de partida esencial del soberbio guión de Eduard Sola, sobre el que se edifica la que hoy por hoy, a estas alturas del año, es la mejor película española de 2024. Dirigida por el muy irregular, pero a veces interesante Dani de la Orden. Aquí brillante, porque un relato tan bueno hay que saber contarlo, y la responsabilidad es enorme. Estropearlo sería poco menos que un sacrilegio. Y lo mismo podríamos decir de un reparto formidable, que convierte en persona cada personaje. La ficción desaparece. No interpretan, son. Y ahí se hace la magia. La empatía es total con todos y cada uno de ellos. Los miembros de esta familia tan normal a primera vista. Complejos todos ellos. Rayanos en el arquetipo en algún pasaje, pero auténticos y cada uno con muchos, muchísimos pliegues emocionales. Con mucha verdad, aunque rarita. Con sus motivos y sus pecados, con sus anhelos y sus carencias. Dolidos y dolorosos, en su mayoría. Aunque en su deriva sobrecogedora transiten tanto el drama como la comedia, y de una manera tan convincente, que nos obligan a reír y llorar sin apenas cambiar de secuencia. Realmente magnífico. Pocas veces se consiguen contrastes tan acentuados y quiebros sentimentales tan inesperados sin que resulten forzados ni parezcan necesarios giros de guión para epatar. Y menos ejecutados con tal naturalidad, que no solo resultan creíbles, sino convincentes, cuando en algún caso son tan improbables como perturbadores. Lo dicho, una pequeña grandísima película.
Título: Casa en llamas.
Dirección: Dani de la Orden.
Intérpretes: Emma Vilarasau, Enric Auquer, Alberto San Juan, Clara Segura, Macarena García, María Rodríguez Soto.
Javier Matesanz
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