Caminando entre las tumbas

Nada nuevo bajo el sol. Ni entre las tumbas, para hablar con propiedad oportunista. Otra película más con protagonista antihéroe, ex policía, ex alcohólico en terapia de grupo, que ahora sirve al mejor postor como investigador privado sin licencia, y por tanto con un pie a cada lado de la ley. Eso sí, con un intachable código ético y de honor, ¡qué para eso es Liam Neeson! Actor que últimamente se ha especializado en repartir estopa a granel (El equipo A, Sin identidad, Venganza 1 & 2, Non-Stop), pero siempre desde la perspectiva del bueno de la película. Aunque mate impunemente en nombre de la justicia o de la justificada venganza familiar o porque los malos lo son mucho y se lo merecen. O sea, toda una colección de tópicos que podrían definir los contenidos de centenares de películas buenas, malas y regulares. Y Caminando entre las tumbas se cuenta entre estas últimas. Es un film del todo mediocre e insubstancial, prescindible por anodino y rutinario, pero no por ello aburrido. Simplemente es que no tiene nada que ofrecer y, por tanto, nada hay que la destaque y lo haga perdurar en nuestra memoria por encima de lo más trillado de este subgénero del thriller policial. ¿Por qué recordarlo? En realidad, por nada.

No hay grandes ideas ni en el guión ni en la realización. Se renuncia a la intriga casi desde el inicio, pues en los primeros compases se nos muestra a los sádicos criminales, que solo violan y matan a mujeres o hijas de narcotraficantes. Sangrienta versión del “quién roba a un ladrón…” Y a partir de ahí, el desarrollo se aleja del tradicional “whodunit” para centrarse en la evolución de las pesquisas de Neeson, pero en función de las relaciones que establece con testigos o colaboradores, y no en pos de la resolución de un misterio que nunca llega a intrigarnos ni a interesarnos demasiado. En verdad, la única incertidumbre es adivinar cuál era la intención de un film que no fomenta ni la sorpresa ni la acción ni el retrato psicológico de personajes ni tampoco un auténtico enfrentamiento entre el bien y el mal. Todo queda a medias, y eso es lo mismo que nada. La falta de definición difumina el conjunto y así tiende al olvido.