No hay dos sin tres. Eso suele ser así, según la tradición popular y comercial. Pero la cuestión es saber, primero si era necesario, y segundo si el dicho admite prorrogas y el tres dará paso al cuatro. Una duda retórica la mía, en realidad, pues un mínimo epílogo del film se encarga de disiparla y garantizar que los chicos malos continuarán cabalgando juntos un ratito más y de camino a la jubilación.
Y no, no era necesaria. Por si alguien dudaba sobre la respuesta a la primera cuestión que planteaba más arriba. Porque sí, es entretenida, y ellos tienen química (son amigos y se nota, disfrutan), pero no hay nada en el film que mereciese ser contado. El guión es un refrito de ideas del género, mil veces vistas – e incluso con un guiño involuntario a Star wars que no se atreven a parafrasear del todo-, que solo se justifica en términos financieros, y cuya única aportación consiste en perpetuar la franquicia.
Will Smith va sobrado con estos papeles de simpaticón implacable, pero Martin Lawrence es un escudero chistoso y eficaz que ya no está para muchos más trotes. Así que los responsables del film, entre los que ya no está ni Michael “Transformers” Bay, se han encargado de buscarle, al más puro estilo culebrón mexicano, un repuesto digno e hipervitaminado para próximas entregas. Así que, aunque no sabemos muy bien si alguien estará esperando, la saga Bad Boys sin duda continuará. Solo esperamos que pongan un poco más de interés en el rodaje de las escenas de acción y en los efectos visuales, que en esta entrega han sido más de bricolaje que de última generación digital, y no creo que sea esa la idea de alucinar que tienen los fans de este cine.
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