En el mundo de los restaurantes, uno puede decidirse por un restaurante a la carta o de menú, o decantarse por el establecimiento de comida rápida. Estos últimos, ofrecen platos bastante menos elaborados, pensados para el consumidor que busca cubrir sus necesidades alimenticias con más o menos acierto en los sabores, olores y colores, pero a un buen precio. Eso no quita que el menú no sea un producto digno ni que no esté elaborado con la calidad suficiente como para que el comensal repita. En el mundo del cine, la oferta se parece bastante a la de los restaurantes: cartas elaboradas con mucho cariño y cartas de menú pensadas para alimentar a un público muy determinado que, en un momento dado, lo único que necesita es un entretenimiento digno con el que sus hijos puedan emocionarse durante casi una hora y media. Y este es el caso de la segunda parte de Aviones, un film pensado para paliar el calor con incendios (animados), que, si bien no pasará a los anales de la historia como el mejor cine de animación, cumple con todos los estándares para llenar el menú de una tarde de verano fresquita, bote de palomitas en ristre, expectativas cero.
En esta segunda parte, también producida por el hombre sabio de Pixar, John Lasseter, el bueno de Dusty Crophoper deberá superar sus miedos de nuevo para, esta vez, convertirse en avión de bomberos en el Parque Nacional de Piston Peak, y así conseguir que no cierren el aeropuerto de su pequeño pueblo. Una historia que pone la tecnología al servicio de los más pequeños y que no busca guiones complicados, sino secuencias que los mantengan pegados a la silla con la boca abierta. De hecho, gran parte del metraje transcurre con planos de entrenamiento o secuencias de incendios que resultan de lo más espectaculares, tanto en 3D como en 2D, aderezadas con música country-rock, siguiendo la misma línea que la producción anterior. Incluso los enemigos de los personajes son sus propios miedos, demostrarán que, con esfuerzo, todo es posible.
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